"Una vida contemplativa iluminada por los estudios religiosos y el principio de una vida activa de fe, celo y libertad de espíritu". María Eugenia describe así la vida de la Congregación en 1843. Y añade: "Creo que estamos llamadas a honrar el misterio de la Encarnación y la persona sagrada de Jesucristo (...) esto es lo que domina nuestra visión de la educación".
La vida de la Congregación tiene su fuente en la oración y en la celebración de la Liturgia de las Horas. Las hermanas se dejan transformar por Dios que les habla al corazón y las llama para dar su vida por Cristo, en un movimiento de adoración y ofrenda, y así crece el Reino de Dios.
Habitadas por el deseo de construir una sociedad justa, se comprometen a que cada persona sea respetada y reconocida por su dignidad. A través de su misión educadora, acompañan a jóvenes y adultos, participando en su formación para que la luz del Evangelio ilumine y guíe su manera de pensar y de actuar.
Hoy, las hermanas comparten su misión con los laicos en una apertura misionera y en formas muy variadas: colegios, formación profesional, centros de promoción de la mujer, residencias de estudiantes, casas de retiro espiritual, pastoral de los migrantes, dispensarios, trabajo en pueblos, compromiso con la ecología integral... Al igual que María Eugenia, están convencidas de que todos tienen una misión en el mundo y pueden ser actores de transformación y esperanza.
Su vida fraterna, marcada, desde el principio por la alegría, la sencillez y la verdad, es la escuela de amor de la que sacan su energía apostólica y alimentan la mirada abierta y amplia que tienen sobre el mundo.