En Filipinas, un grupo de jóvenes ha recordado al mundo que la fe puede ser creativa, audaz y profundamente transformadora. A finales de octubre de 2025, la escuela Assumption Antipolo fue el escenario de la edición filipina del Mission Possible Youth Social Hackathon, un encuentro que reunió a estudiantes de doce centros católicos para afrontar los desafíos sociales del país con herramientas muy poco convencionales: la innovación, la colaboración y la fe.
Detrás de esta iniciativa estaba la Provincia Asia-Pacífico de las Religiosas de la Asunción, que acompañó de cerca a los jóvenes en su deseo de no quedarse solo en palabras o reflexiones, sino de traducir su fe en proyectos concretos que mejoren la vida de otros.
Durante tres días, los participantes se convirtieron en verdaderos “hackers del bien”. No frente a una pantalla, sino frente a la realidad: se reunieron para analizar problemas como la seguridad en el transporte público, la desigualdad de género o la exclusión educativa. En pequeños equipos, idearon soluciones creativas que unieran la tecnología, el compromiso social y los valores del Evangelio.
Una de las propuestas ganadoras, liderada por un equipo totalmente femenino de Assumption Antipolo, consistía en el diseño de un dispositivo de seguridad para los viajeros. Más allá del mérito técnico, lo que destacó fue su motivación: “Queremos que las personas puedan moverse sin miedo, con dignidad. Es nuestra manera de cuidar de otros”, dijeron las jóvenes creadoras.
El evento fue mucho más que un concurso de ideas. Fue, en palabras de una de las hermanas presentes, una experiencia sinodal en movimiento. Jóvenes de distintos orígenes —algunos católicos, otros de diferentes religiones— trabajaron codo a codo, escuchándose, discerniendo y tomando decisiones juntos.
Una estudiante musulmana de 16 años lo expresó con una sencillez que desarma:
“Al principio me sentía fuera de lugar. Pero descubrí que la fe también puede unirnos en el deseo de hacer el bien. Hemos aprendido a caminar juntos.”
Esta apertura y fraternidad reflejan el espíritu del carisma de la Asunción: educar para transformar, formar corazones y mentes capaces de construir comunión en un mundo dividido.
Lo vivido en Filipinas no es un hecho aislado. Es un signo de lo que el Espíritu está suscitando en nuestra misión educativa en Asia-Pacífico: un paso más allá de las aulas, hacia una pastoral que conecta la fe con la acción social, la espiritualidad con la innovación.
Quizá esta experiencia nos interpele a todas:
¿Estamos ofreciendo a los jóvenes de nuestras comunidades espacios donde puedan descubrir que su fe tiene fuerza transformadora?
¿Les ayudamos a ver que el Evangelio no se vive solo en la capilla, sino también en la calle, en los entornos digitales, en los lugares donde la humanidad busca soluciones nuevas?
Porque cuando la educación se hace encuentro, cuando la fe se vuelve acción y cuando el amor se expresa en creatividad… entonces, como dicen los jóvenes en Filipinas, la misión se vuelve posible.
¿Nos dejamos también nosotras “hackear” por el Espíritu, que nos invita a mirar con ojos nuevos lo que hacemos cada día?
En la clausura del evento, la hermana Mary Joseph Concepción, RA, animó a los participantes con una frase que resonó en todo el auditorio:
“Vuestra creatividad es un acto de fe. Cuando usáis vuestra inteligencia y vuestro corazón para servir, hacéis visible el rostro de Dios.”
Tal vez esa sea la clave para nosotras, hoy: creer de verdad que la misión sigue viva en las manos, las ideas y los sueños de los jóvenes. Nuestra tarea no es hacer por ellos, sino caminar con ellos, como educadoras, acompañantes y testigos de esperanza.
El Hackathon terminó, pero lo que nació allí —la convicción de que el amor puede ser innovador— apenas comienza. Y puede extenderse a cualquier escuela, comunidad o grupo donde haya una hermana de la Asunción dispuesta a escuchar y a animar.
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