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Transformadas para transformar: La espiritualidad de la Transfiguración y la misión de ICYA

T eventJueves, 14 Agosto 2025

 

“Se transfiguró delante de ellos; su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.” (Mateo 17,2)

 

El nacimiento de ICYA en Osaka

Después de la pandemia, percibí algo inquietante: en la Iglesia de Osaka, Japón, no existía un grupo organizado de jóvenes adultos migrantes. El Espíritu Santo tocó mi corazón. Llevaba conmigo un don recibido en mis recientes estudios de teología, y sentí el impulso de compartirlo. Confiando en la gracia, reuní a algunos jóvenes adultos migrantes en la Catedral de Santa María de Osaka—sin recursos, sin equipo formal, solo con fe, un corazón audaz y la convicción de formar. Con el apoyo de mis hermanas en la comunidad de Nishinari, aquel “sí” silencioso, pronunciado hace dos años en medio del duelo y la fragilidad, se convirtió en el inicio de lo que hoy llamamos ICYA—International Catholic Young Adults.

La transfiguración en ICYA

Los jóvenes de hoy son verdaderamente pobres: tienen hambre y sed de Jesús, buscan sentido, pertenencia y un encuentro auténtico con Dios. Desde el principio, adoptamos el lema de la Asunción: “¡Todo por Jesús!” El objetivo nunca fue simplemente crear otro grupo. Queríamos crear un espacio de transfiguración: un lugar donde los jóvenes pudieran encontrarse con Cristo y ser transformados, para luego transformar al mundo.

Formación, misión y comunidad

Fiel a la misión de la Asunción y al sueño de Santa María Eugenia, la educación nunca se limita a las cuatro paredes de un aula. Educar es transformar el mundo. La formación es un camino de transfiguración y transformación: un proceso de por vida que modela corazones, mentes y vidas para que los discípulos no solo sean formados, sino también enviados a vivir y testimoniar el Evangelio con plenitud. En ICYA abrazamos esta misión fomentando no solo el conocimiento, sino el encuentro profundo, la conversión personal y el coraje apostólico. Esta es la formación Asunción en acción: atenta a los signos de los tiempos, sensible a las necesidades reales, y enraizada en nuestro sencillo pero profundo lema: ¡Todo por Jesús!

La formación llegó a través de la oración, el estudio, la misión y la vida comunitaria. Dios abrió puertas inesperadas. En los primeros años de ICYA, mientras facilitaba sesiones presenciales, contamos con excelentes ponentes que nos acompañaron en línea. Otros ofrecieron grabaciones con contenidos formativos, lo que permitió encuentros híbridos que superaban barreras de idioma, distancia y cultura. Los jóvenes llegaban con hambre de fe. Y cuando la fe se cultiva, da fruto.

Escuchaban la Palabra, estudiaban el Catecismo, reflexionaban sobre temas de la vida real. Y comenzaron a servir. En los días en que nadie se ofrecía para el takidashi (servicio de comedor para personas sin hogar), estos jóvenes daban un paso adelante en silencio. Servían en la Eucaristía como lectores, cantores, monaguillos o colectores. Aprendieron que la formación no es solo recibir ideas, sino ofrecer las propias manos, pies y corazón a Cristo.

Impacto y crecimiento del grupo

A medida que la comunidad ICYA fue creciendo, comenzó a hacerse conocida en otras parroquias. Un signo visible de este crecimiento fue su participación en la Peregrinación Jubilar Local de la Arquidiócesis de Osaka-Takamatsu—una experiencia de fe, comunidad y misión. Muchos fueron fortalecidos por esta gracia.

Y ahora, su luz brilla más lejos.

Del 25 de julio al 6 de agosto, cinco de nuestros líderes principales se unieron a 175 jóvenes de la familia Asunción y de la Iglesia católica universal en una peregrinación a Roma con motivo del Jubileo de la Juventud. Mientras escribo estas líneas, aún siguen allí—caminando, aprendiendo, orando y siendo transfigurados por el testimonio joven de la Iglesia universal. No regresarán siendo los mismos.

Incluso antes de esta peregrinación, dos líderes voluntarios de ICYA fueron invitados por el obispo auxiliar de Osaka-Takamatsu a compartir sus testimonios en la Asamblea Arquidiocesana de Evangelización y Pastoral. Uno de ellos también participó como ponente en un taller sobre pastoral juvenil efectiva. Este mismo año, otro representante de ICYA participará en el Congreso Juvenil Asiático en Penang, Malasia, representando a los jóvenes migrantes católicos en Japón.

Mi camino personal

Para mí, ICYA también ha sido un camino de transfiguración. Inicié esta misión a la sombra de una pena personal—la muerte de mi madre—y en medio del desafío de aprender un nuevo idioma y cultura. Sin embargo, se convirtió en uno de los caminos sagrados que me llevaron a pronunciar mis votos perpetuos en las Religiosas de la Asunción el 9 de noviembre de 2024. Me permitió vislumbrar lo que significa vivir “transformada para transformar”.

Hace dos meses, dejé el rol de moderadora de ICYA para centrarme en los estudios de idioma y acompañar más de cerca a mi comunidad, que se prepara para cerrar nuestra casa. Desde entonces, los jóvenes líderes han dado un paso adelante con valentía. Redactaron sus propios estatutos. Están creciendo en confianza y en fe. Sigo siendo su hermana y amiga espiritual—disponible, atenta, lista para acompañar, como Jesús lo estuvo para quienes deseaban aprender y ser amados.

Como Hermanas de la Asunción, seguimos acompañándolos. Hemos abierto las puertas de nuestra pequeña capilla los fines de semana para la adoración, invitando a los jóvenes a venir y “beber del pozo”. Porque creemos que la verdadera transformación comienza cuando uno se sabe visto y amado por Jesús en el silencio de la oración.

Mirando más allá

La transfiguración no es solo un momento en la cima del monte, es una misión. Jesús se transfiguró ante sus discípulos, no para quedarse en la gloria, sino para prepararlos para el camino hacia Jerusalén. Del mismo modo, no formamos a los jóvenes para que brillen, sino para que sirvan: para llevar luz donde hay oscuridad y esperanza a los corazones sedientos de Dios.

Como nos recuerda la Conferencia General FABC 50, “Los jóvenes no son solo el futuro, sino el presente de la Iglesia en Asia”. Son discípulos misioneros que, cuando son bien formados, se convierten en levadura de esperanza en sociedades marcadas por la soledad, la fragmentación y el desaliento. En Japón, pueden sentirse como una minoría dentro de una minoría, pero con Cristo, un poco de levadura basta para hacer crecer la masa.

¡Todo por Jesús y por la extensión de su Reino!

 

Hna. Fátima Joy De Vera, RA

Comunidad de Nishinari, Osaka, Japón

 

 

Que estas comunidades de jóvenes sigan siendo lugar de encuentro, formación y envío para una Iglesia viva y en camino.

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