Cada año, el 20 de junio, la comunidad internacional se une para conmemorar el Día Mundial del Refugiado: un recordatorio poderoso de la resiliencia, el coraje y la esperanza inquebrantable de millones de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares a causa de conflictos, persecuciones y adversidades. Este día no solo honra la fortaleza de los refugiados, sino que también nos llama a todos a promover un mundo más compasivo e inclusivo.
Los refugiados encarnan el espíritu humano universal de la esperanza. A pesar de enfrentar dificultades inimaginables, siguen aspirando a una vida con seguridad, dignidad y un futuro mejor para ellos y sus familias. Sus historias son un testimonio de la resistencia del espíritu humano y de la importancia de la acción colectiva. Al acoger sus esperanzas y sueños, reconocemos que cada refugiado es una persona con talentos únicos, aspiraciones y valiosas contribuciones para ofrecer a la sociedad.
Una respuesta compasiva a la crisis mundial de refugiados requiere más que conciencia; exige acciones concretas basadas en la empatía y en la humanidad. A través de una educación inclusiva y transformadora, podemos empoderar a los refugiados para que reconstruyan sus vidas y participen plenamente en la sociedad. Brindar acceso a una educación de calidad, a la atención sanitaria y al empleo responde al llamado cristiano de servir a los demás y promover la justicia y la paz.
Crear un mundo inclusivo está en sintonía con la misión de la Asunción de construir comunidades fundamentadas en la fe, la esperanza y el amor. Esto implica abogar por políticas que protejan la dignidad y los derechos de los refugiados, así como fomentar la cohesión social mediante el diálogo y el respeto mutuo, dando eco al llamado del Evangelio a acoger al extranjero y servir a los más pequeños entre nosotros. Cada acto de bondad y solidaridad puede marcar la diferencia: recuerda a los refugiados que no están solos y que un mundo más compasivo es posible si caminamos unidos.
Juntas, guiadas por la fe y el espíritu de evangelización, podemos construir un mundo en el que cada persona tenga la oportunidad de florecer y experimentar el amor de Dios.
Hna. Adria Mgoo
Provincia de África Central