El 9 de febrero de 2025, a las 10:30 de la mañana, la capilla de Auteuil se llenó de luz al destacar el icono de Madre María Eugenia. Mientras tanto, los tambores ruandeses comenzaron a sonar, evocando aquellos mismos tambores que resonaron en la basílica de San Pedro en Roma, 50 años antes, el 9 de febrero de 1975, durante la beatificación de nuestra santa.Para rendir un homenaje especial a este evento, comenzamos la víspera con las vigilias. Lo singular de esta oración fue que la segunda lectura no fue una simple lectura, sino una proyección de fotografías acompañadas de pequeños textos que narraban todo el proceso de beatificación. Desde el incansable trabajo de las hermanas para lograr este reconocimiento hasta el mismo día de la beatificación de Madre María Eugenia. Este momento permitió a todas las hermanas vivir una experiencia de oración profunda, unidas en asombro, alabanza y acción de gracias por la obra de Dios llevada a cabo a través de Santa Madre María Eugenia.El domingo, a las 10:30, los balafones ruandeses volvieron a resonar en nuestra capilla, marcando el inicio de nuestra celebración eucarística. La hermana Recka y la hermana Illuminata entraron en procesión, portando el icono de Madre María Eugenia, seguidas de cuatro junioristas, cada una con una lámpara encendida, y el celebrante, el abad Louis Bardon, capellán de nuestra parroquia. Con paso firme y confiado, se dirigieron hacia el altar, mientras la asamblea las miraba con ojos llenos de alegría y asombro, al ritmo del canto de entrada. La atmósfera era serena y orante, creando un espacio de profunda comunión. La presentación de las ofrendas fue precedida por una danza malgache, que añadió una dimensión especial a la celebración.Al finalizar la misa, invitamos a los miembros presentes de nuestra asamblea a visitar el museo para conocer mejor la vida de Madre María Eugenia. Fue una visita alegre, que permitió a todos sumergirse más profundamente en el legado de nuestra santa. Al final, se veía en los rostros de los que participaron una sensación de satisfacción y encanto, como si el día hubiera tocado algo muy profundo en sus corazones.La comida compartida fue un momento de calidez y cercanía. Más tarde, nos reunimos para disfrutar de pequeños juegos, en los que las hermanas mostraron su creatividad y espíritu alegre. La celebración concluyó con un hermoso canto de confianza, un gesto final que selló nuestra fiesta en honor a los 50 años de beatificación de Santa María Eugenia de Jesús.En resumen, al hacer memoria de la beatificación de Madre María Eugenia, nos sentimos más cerca de ella, como si su presencia nos acompañara de manera más cercana y viva. Fue un día de oración, alegría y agradecimiento por su intercesión y por el legado de su vida entregada a Dios.