“Quiero ser fiel a mi bautismo, mantener mi vida unida a Cristo presente en todos mis hermanos”
Formula del compromiso Laico Asunción
Capítulo 6, Camino de Vida
“Quiero ser fiel a mi bautismo…” quizás estas sean las palabras que mejor definan mi vocación como laico ya que, por medio del Sacramento del Bautismo entramos a formar parte de la Iglesia y miembros del cuerpo de Cristo.
Y como Iglesia, en íntima unión con Dios, formamos un solo pueblo: “Los laicos congregados en el Pueblo de Dios e integrados en el único Cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cualesquiera que sean, están llamados, a fuer de miembros vivos, a contribuir con todas sus fuerzas, las recibidas por el beneficio del Creador y las otorgadas por la gracia del Redentor, al crecimiento de la Iglesia y a su continua santificación” (LG IV).
Es en lo ordinario de la vida donde los laicos desde nuestros trabajos, nuestras familias y en el día a día, manifestamos la pertenencia a la Iglesia universal, respondiendo a una llamada concreta en medio del pueblo de Dios.
No se trata de “no ser clérigo o religioso”, sino de responder a la llamada del mismo Señor, para SER y ESTAR en medio del mundo, anticipando el Reino de Dios en lo cotidiano de la vida. “Adorador del Padre y Salvador de la humanidad, Cristo nos llama, a nosotros laicos de la Asunción, a seguirlo cada día y a comprometernos a conocerlo y darlo a conocer, amarlo y hacerlo amar, y así extender su Reino” (Camino de Vida Laico Asunción). Cristo nos llama sin duda alguna a ser fermento de vida en medio de nuestra sociedad, poniéndonos al servicio de su Palabra y siendo testigos de Aquél que nos lanza a ir por el mundo entero: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Marcos 16, 15-20).
Mi vocación como laico de la Asunción nace del encuentro con el Dios bueno y misericordioso, que se encarna en el rostro de diferentes hombres y mujeres, que por amor a la Iglesia, anunciaron la Buena Noticia del Evangelio a lo largo de mi vida, con alegría y entusiasmo.
Solo tras la experiencia de encuentro con el Señor encarnado en el otro, con una vida que no es otra, sino la vida del propio Cristo presente en el hermano, en el tiempo y en el espacio, en la historia en la que vivimos y amamos, se sigue haciendo el encontradizo para decirnos; “ven y sígueme”.
Esta experiencia de encuentro con Dios, es de vital importancia en mi camino de vida como creyente, ya que, solo a partir del encuentro con el Señor, se puede ir tras del Él, sabiendo de quién me he fiado.
Cada día que pasa intento vivir mi compromiso laical, como diría nuestra fundadora, con la mayor plenitud posible. Han pasado once años desde aquel Pentecostés, en el que por primera vez, delante de mi comunidad manifesté el primer “Quiero ser fiel a mi bautismo…”. Once años de altos y bajos, de alegrías y de tristezas, de aciertos y de errores, pero sin duda alguna, once años de la presencia de Aquél que con mano sabia y amorosa conduce nuestro camino. Once años, de un proyecto de vida compartido, ya que en este camino siempre he tenido como compañera a mi esposa, juntos hemos podido compartir en el día a día cada una de las experiencias que sin dudarlo han ido configurando nuestras vidas.
Y hoy en día, junto con nuestro hijo, nos ponemos cada día en manos de Dios para ser testimonio de amor en medio del mundo.
Nuestro compromiso lo vivimos en La Asunción del Barrio La Alegría, intentando dar respuestas a las diferentes necesidades que surgen en estos tiempos. Desde un proyecto de misión compartida en el que cada día intentamos hacer realidad el sueño de Santa María Eugenia, de dar a conocer a Jesucristo, amarlo y hacer que se le ame. Acompañando y dejándonos acompañar de cada una de las personas que cada día vienen al Centro La Asunción en busca de una palabra, un gesto y una mirada que nos recuerde que Él continúa encontrándose con cada hombre, amando su realidad concreta.
Cada día doy gracias a Dios por el carisma de la Asunción en nosotros, por poder hacer Reino al modo de María Eugenia. Gracias Madre, por dejarnos la herencia de sentirnos amados por el Dios de la VIDA, y enseñarnos a fijar en ÉL la mirada. Gracias, por poner en el centro de nuestras vidas a Aquél que nos ama infinitamente, por hacernos partícipes de tu gran pasión por el Reino y de anunciar el Evangelio desde la sencillez, el sentido de familia, generosidad y entusiasmo. Gracias Madre María Eugenia, por este carisma que hoy se extiende a la gran familia de Asunción Juntos, que desean vivir con fuerza esta pasión por el Reino Dios.
Haznos capaces de ser portadores de la Buena Noticia de Dios, de ser educadores en medio de la humanidad y de seguir transformado la historia sabiendo de quién nos hemos fiado.
Fali Moreno
Laico de la Asunción