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Un espacio para soñar jugando

U eventDomingo, 17 Noviembre 2024

Para algunos niños el futuro se mide en días, semanas o en años y creo que a soñar se aprende con el deseo de un mañana que prolongue el sabor de lo bueno del presente. Cuando nos reunimos en el Centro, el hoy parece ser una pequeña burbuja, donde las ideas, preocupaciones y propuestas de cada uno toman el primer lugar y entonces, todo parece ser posible, si utilizamos la creatividad: un viaje al espacio para conocer el sistema solar, transportados con mochilas galácticas utilizando botellas plásticas, un perico de rollos de papel nos contó sobre la bondad, y la posibilidad de ser artista es accesible con crayones y acuarelas, carros de tapas, cajas que saltan y nos enseñan sobre la energía potencial, todo en nuestras manos es una posibilidad para descubrir algo más y es ahí donde surgen los sueños; Eymi de 10 años pregunta si en el futuro puede ser la directora del lugar para enseñar ella a los niños, pero Jeffry, de 7 años, se ilusiona con saber si abriremos la próxima semana, porque no quiere faltar.

Desde hace 10 meses, nos reunimos en el Centro de Integración Creativa Asunción, por dos horas cada día con los niños y adolescentes del Barrio la Palmera, en Nicaragua, para jugar, hacer manualidades,  platicar, limpiar… pero juntos, eso lo hace especial.  Iniciamos creyendo en ofrecer un lugar de aprendizaje alternativo, sin saber que se convertiría en primer lugar en un espacio de tregua, donde los conflictos de las familias, en las que inevitablemente los niños se ven envueltos, serían superados, y jugar es ahora la excusa perfecta para hacer la paz.

Jugar parece ser cosa de niños, pero jugando, hacemos reflejo de nuestra vida, ahí, en un espacio informal, nos enfrentamos a nuestras frustraciones, miedos, pasiones, valores y deseos profundos. Así que jugando, pintando, creando hemos podido reflexionar juntos sobre los valores que necesitamos para hacer de este espacio una atmósfera de confianza, amistad, respeto y seguridad, compartiendo la fe sin importar la religión, propiciando una unidad de hermanos con todo lo que nos rodea.

No ha sido fácil, cada uno expone con sus actitudes y lenguaje el mundo en el que vive: desintegración familiar, carencias materiales, adicciones, violencia, y muchos llegan buscando un refugio de amor, atención, escucha o el abrazo con el que son recibidos. Pero más allá de lo que se vive, cada uno va encontrando su lugar, su luz, la mirada se va limpiando para descubrir en el otro un don que permanecía escondido: Marcelo hace los mejores carros de cartón y pasa con nosotros la tarde para no esperar deambulando en la calle a que regrese su mamá de trabajar, Andrea utiliza bien la regla cuando es hora de medir y nos regala su paciencia al explicar a los demás, Masiel avanza en el croché y cada día tiene más seguridad en ella misma, todos quieren ir con Andy al jugar fútbol y él aprende a ser un líder para convocar a los demás.

Los ejemplos de profesionales, que nos han acompañado como voluntarios les hace también soñar: la Doctora Jirón les enseña primeros auxilios y aprendemos la importancia del cuidado de nosotros mismos y como ellos mismos pueden salvar una vida, el Profesor Carlos nos hace más disciplinados a través del fútbol y nos ayuda a dejar el “No puedo” para intentarlo y superar los miedos.

Poco a poco somos una nueva familia que fortalece lazos de comunión e integra a cada uno con sus potenciales en el aquí y ahora, en las pequeñas y grandes cosas que somos y hacemos, para volar desde hoy al futuro.