La celebración del aniversario de la fundación de la Congregación es tiempo propicio (kairos) para reflexionar sobre nuestra vocación cristiana en la Asunción y el compromiso con el carisma que nos une. En este día Madre María Eugenia nos invita a cada laico y hermana que formamos la Asunción a mirar al corazón de nuestra misión: ser piedras vivas en la construcción del Reino de Dios.
La fundación de la Asunción no es solo un hecho histórico (cronos), es también un proceso continuo que exige de nosotros, en cada tiempo y lugar, una entrega constante a la voluntad de Dios. Hagamos nuestra la exhortación que Madre María Eugenia dirigía a las hermanas recordándoles que el verdadero celo que debemos tener por nuestro Instituto no es solo una preocupación por su expansión, sino por su santificación. El celo por el instituto se manifiesta cuando, en todo lo que somos y hacemos, trabajamos por establecer la santidad propia del Instituto (Cf. Cap. 12.07.1874). Esta santidad no es una meta lejana, sino algo que podemos vivir cada día, con sencillez y humildad, en nuestras palabras, en nuestros gestos, en las relaciones con los demás, en nuestro trabajo...
Ser piedra de fundación implica la responsabilidad de construir sobre cimientos sólidos, y este cimiento, recuerda santa María Eugenia en otra ocasión, solo puede ser Jesucristo (cf. Cap. 2.5.85). De ahí, día a día, piedra a piedra, construir la vida con/en Cristo para la extensión de su Reino que es el camino de santidad que vivió nuestra fundadora y tantas hermanas. Lejos de ser una exigencia imposible, es una llamada a vivir lo ordinario con extraordinaria generosidad. Como nos recuerda Madre María Eugenia, si cada uno de nosotros, en nuestra vida diaria, se aplicara a la práctica de las virtudes que nuestra Regla de Vida, hoy diría también del Camino de Vida, nuestro Instituto sería precioso a los ojos de Dios, útil al mundo y fuerte en su interior (cf. Cap. 12.07.1874). Cada laico y religiosa de la Asunción tiene la capacidad de ser esta piedra viva, de contribuir al crecimiento y a la fuerza del carisma en comunidad al servicio de la extensión del Reino de Dios en el mundo.
La construcción de la Asunción no se trata de una obra humana, sino de un trabajo divino. El Espíritu de Dios se da a aquellos que se cuentan como nada, que están completamente entregados a su voluntad, a su gloria y al servicio de las almas (Cf. Cap. 12.07.1874).
Que la celebración del aniversario de la fundación, en este año que festejamos los 50 años de la beatificación de santa María Eugenia, no se quede en un mero recuerdo histórico, sino que se convierta en un renovado impulso para cada uno de nosotros nos comprometamos en la construcción de la Asunción con creativa fidelidad al carisma y a la voluntad de Dios en las sociedades donde estamos encarnados. Que podamos ser, con la gracia de Dios, las piedras vivas con las cuales nuestro Señor continúa edificando su obra en el mundo con el mismo amor y dedicación con que fue comenzada por las primeras hermanas.
Mercedes Méndez, RA.