Voy a continuar acerca de lo que os decía del espíritu de la Asunción, pues lo que voy a tratar hoy, me parece que concuerda perfectamente con el misterio de la Resurrección, que además conviene con nuestro espíritu.
La Asunción es, de algún modo, una resurrección. Es la vida de María comenzada en el delo; y esto nos enseña que nuestra vida debe tener siempre un matiz de alegría, incluso en el sacrificio y en los esfuerzos constantes que tenemos que hacer sobre nosotras mismas; aunque alguna vez uno se fatigue, lo importante es que el modo con el que debemos intentar sobrepasar esos esfuerzos y sacrificios sea más del cielo que de la tierra. Diría, pues, que los dos últimos frutos del amor a Jesucristo en nuestras almas, deben ser la caridad Y el espíritu de sacrificio.
En estos últimos días, al meditar el sermón de la Cena, habréis visto que el amor es la señal por la que Jesucristo quiere que se reconozca a sus discípulos. Esta caridad debe tener en nosotras un carácter de gran sencillez, de gran franqueza y de gran lealtad. Respecto a esto tenéis una regla magnífica; las Constituciones os dicen que la caridad es un amor que nace de Dios, por el cual nos amarnos los unos a los otros, con el mismo amor con el que Dios ama a los hombres, y con el mismo fin que es la santidad en este mundo y la bienaventuranza eterna en le otro.
Santa María Eugenia de Jesús. El espíritu de la Asunción – VIII - Amor perfecto a Jesucristo - Amor al prójimo. Espíritu de sacrificio. 21 de abril 1878
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