"Los maestros de la vida espiritual dicen que lo más perfecto en la vida de nuestro Señor, es la vida resucitada. Tender a este estado elevado por encima de los otros es muy difícil y, sin embargo, un poco de todos los estados de la vida de nuestro Señor deben grabarse en nuestra alma: mucho más, ciertamente, los estados de su vida terrena, puesto que nosotras estamos aun en la tierra. Un poco también de la vida resucitada, porque tendemos a la resurrección. Cuando recibimos a Jesucristo en nuestro corazón, es una carne resucitada la que se comunica a nuestra carne, es una carne gloriosa la que se coloca sobre nuestros labios para entrar en el interior de nuestro cuerpo.
Entrad en este espíritu de resurrección: espíritu más valiente, más fuerte, espíritu que pasa por encima de las dificultades y de las penas, que no las rechaza, que conoce su precio frente a la eternidad. Que las toma diferentemente a como se las toma cuando se las ve con el sentido del tiempo. Con el sentido del tiempo, las contradicciones, los sufrimientos, las penas, parece que son un obstáculo. Pero mirándolas con el sentido de la eternidad, son medios de perfección. Son los golpes de martillo y de cincel, con los que la imagen de nuestro Señor Jesucristo, que debe formarse en nosotras, se imprime y se graba en nuestro corazón."
Santa María Eugenia, Capítulo del 20 de abril de 1879