Amanece un cambio social tras las noches de intentos fallidos, de miedos paralizantes, de brechas digitales… en su Palabra hemos “echado las redes”, pues la pandemia no podía impedir que se continuase nuestra misión educativa, en un momento que debe ser más transformadora que nunca, y tampoco podíamos dejar de construir el “cuerpo Asunción” a tantos niveles. Cuesta ver las amenazas como oportunidades, y las debilidades como fortalezas, pero en lo referente a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), se ha revelado que el deseo de fortalecer la comunión y construir el Reino, es más fuerte que el miedo a no saber utilizar las TIC, y nos ha permitido hacer de la amenaza de un distanciamiento social impuesto, la oportunidad para tejer redes de comunión.
Los artículos de este número de la revista nos han mostrado muchos ejemplos de cómo se están poniendo las TIC al servicio de la comunión y de la misión, desde el equipo de comunicación solo queremos mostraros tres de los muchos aprendizajes adquiridos, y que sin duda continuarán en nuestras vidas una vez que este virus nos deje. Antes de continuar, te invitamos a pensar a nivel personal, o con otros ¿qué habéis aprendido de las TIC durante esta pandemia? ¿Qué queréis seguir aprendiendo?
Esperamos que la lista de aprendizajes adquiridos, como aquellos que se quieren seguir alcanzando, sea larga. Aquí señalaremos unos pocos:
1. Las TIC al servicio de la comunión y de la misión
Hemos experimentado cómo las TIC favorecen espacios de encuentro que permiten compartir, profundizar y celebrar la fe y la vida, y por lo tanto construyen Iglesia en la comunión. Sin embargo, esta comunión no sustituye la que se realiza cuando los cristianos nos reunimos entorno a la mesa de su Cuerpo y de su Palabra, por lo que no nos cansaremos de insistir que debemos volver a nuestras comunidades parroquiales y de referencia. Pero no se tienen que perder otros vínculos de fraternidad establecidos con cristianos con los que seguimos compartiendo la oración, la formación o la vida, porque tenemos sensibilidades religiosas o forma de pensar comunes. Por poner un ejemplo, Taizé ha abierto sus puertas digitales en los “directos” de los tiempos de oración, talleres o ensayos de cantos, haciéndolos accesibles a gente lejana y cercana. Lo mismo ha sucedido con numerosas parroquias o movimientos eclesiales. A nuestra congregación las TIC nos han permitido:
1. Seguir realizando sesiones de formación;
2. Participar junto a otras comunidades y laicos en celebraciones que tienen lugar en otros países o territorios;
3. Continuar con las visitas que realiza la comunidad general a las diferentes provincias;
4. Reunir a los jóvenes de todo el mundo que participaron en el bicentenario del nacimiento de nuestras fundadoras en 2017;
5. Establecer grupos de trabajo a nivel congregación en diferentes áreas (Asunción Juntos, JPIC-S, educación, jóvenes, archivos, comunicación, finanzas…), con personas de diversos países;
6. Compartir recursos de formación de nuestras diferentes provincias…
2. Las TIC al servicio de la fraternidad universal
Durante la pandemia se ha difundido la llamada filosofía “UBUNTU”, palabra cuyo significado hunde sus raíces en la sabiduría africana que teje el entramado social en virtudes como la solidaridad, lealtad, hospitalidad, generosidad… no solo vivida con la familia con la que compartimos consanguinidad, sino con la más amplia organización tribal o de pueblo. Ubuntu resume en una palabra la fraternidad universal a la que el Papa Francisco nos invita a vivir con su última encíclica “Fratelli tutti”. Ubuntu fue el nombre que se le dio a un sistema operativo diseñado por un grupo de desarrolladores informáticos de programas libres de licencia. Desde la revolución tecnológica acaecida en el siglo XX, hay dos corrientes que han desarrollado el gran cúmulo de cambios y transformaciones que se han dado en el campo de las TIC desde entonces: El deslumbrante impulso producido por las grandes compañías que compiten y se devoran entre sí (Microsoft, Apple, Google, Facebook…), y la discreta luz de los desarrolladores de programas y códigos de licencias libres. Estos últimos son ingenieros, programadores o autodidactas que comparten su conocimiento para beneficio de todos, y no de la empresa. Durante la pandemia muchas personas y grupos de todo el mundo han acudido a los programas y recursos gratuitos para poder realizar sus reuniones, encuentros, actividades… Las grandes empresas también han puesto muchos de sus recursos a libre disposición. También muchos particulares han compartido de forma gratuita en la red los recursos educativos, pastorales o formativos que han ido generando. Esperemos que esta solidaridad continúe pasada la pandemia.
3. Las TIC no son accesibles a todos
Pero por desgracia, hemos constatado que el continente digital también tiene fronteras:
1. Las ideologías políticas establecen filtros estatales a contenidos prohibidos por miedo a que despierten consciencias anestesiadas.
2. La falta de infraestructuras impide el acceso a las TIC a personas de países enteros o zonas con pocos recursos energéticos indispensables para una tecnología que funciona con electricidad; o no hace posible que llegue internet a todos los lugares.
3. La pobreza abre una brecha en todas las sociedades entre los que tienen o no dinero para comprar unos dispositivos que siguen siendo costosos.
4. La falta de conocimiento también ensancha la brecha entre personas que saben o no saben utilizar las TIC.
5. El rápido evolucionar de las TIC no solo agranda estas fisuras sociales, también deteriora un medio ambiente que no soporta el ritmo de este desarrollo. Todo ello son asignaturas pendientes que se han agravado en la pandemia, y en la que no se está invirtiendo para encontrar una vacuna.
Aún así, no nos quedemos solo con este último aprendizaje, pensemos que los dos anteriores nos ayudarán a desaprender el tercero.