Una mirada hacia eL camino de Emaús, figura de la sinodalidad
Al comienzo del viaje encontramos a dos discípulos. ¿Una pareja, quizás? Cleofás era uno de ellos. Su esposa, María, había estado al pie de la Cruz, acompañando a su Maestro hasta lo que pensaba que era el final: el final de la vida de su Señor y el final de sus propias esperanzas...
Son dos y de repente se les une un misterioso peregrino. Juntos, dialogan mientras caminan, abren sus corazones los unos a los otros. Poco a poco, aparece la luz entre ellos, sienten arder sus corazones ... Y, finalmente, en el momento en que reconocen al Maestro como el peregrino, experimentan una gran transformación: de ser personas -como tantas otras- apasionadas por las palabras del Maestro, pasan a ser anunciadores de la Buena Noticia, verdaderos discípulos misioneros: la primera experiencia de sinodalidad en la Iglesia naciente...
La palabra “sinodalidad” aparece con frecuencia en las homilías y textos del Papa Francisco.
Intentaremos reflexionar sobre esta realidad, a partir de este texto de los peregrinos de Emaús.
Sinodalidad... pero ¿qué significa esta palabra? Conocemos sus raíces griegas “syn” juntos y “odos” camino: juntos en el camino... pero ¿qué significa? Intentemos ahondar.
De hecho, hablar de sinodalidad no es hablar de un método de trabajo. Tampoco se trata de los sínodos que, tras el Concilio Vaticano II, han marcado la historia de nuestra Iglesia.
Hablar de sinodalidad es hablar de un proceso espiritual, más o menos intenso según el tiempo, pero que pertenece al ser mismo de la Iglesia. Por eso podemos abordarlo desde la escena de los peregrinos de Emaús.
Leamos este relato: Lc 24,13-35. Intentemos ver la escena... Aquí están, ambos se marchan, vuelven a su casa... Sus pasos son lentos, sus corazones también... Tienen miedo, están tristes y desconcertados... Saben bien lo que pasó en Jerusalén, pero no entendieron nada... Habían seguido al Maestro, habían escuchado sus palabras que tanto les habían entusiasmado... Se alegraron cuando el Maestro les habló del Padre, el Padre que ama infinitamente a todos sus hijos e hijas y nunca los abandona... Pusieron sus esperanzas en el Maestro para poder ver un mundo en el que el Reino de Dios viviera, por fin, en paz, en fraternidad y en justicia... Y, sin embargo, el “sistema” se levantó contra el Maestro, no quería escuchar su palabra... Y el Maestro había sido prendido, juzgado, condenado, clavado en la cruz... ¿Fue todo un sueño? Ya no sabían qué hacer... Completamente perdidos, decidieron volver a su casa para retomar su vida anterior...
El proceso sinodal tiene etapas. Requiere que un grupo quiera llegar a una decisión común, o quiera emprender un camino juntos. Es importante que estas personas tengan confianza entre sí para que cada una pueda hablar libremente. Por eso el Papa Francisco invita a los participantes a un sínodo para hablar con “parrhesia”, es decir, con libertad y valentía. También tenemos que respetar a los demás, para que el pensar de todos sea aceptado por igual, convencidos de que todos podemos aprender de los demás.
Cada uno debe hablar expresando sus pensamientos, sus intuiciones, su visión... sencillamente.
Nos escuchamos profundamente. Reflexionamos sobre lo que hemos escuchado. Nos damos tiempo para analizar nuestros propios pensamientos, intuiciones o puntos de vista a la luz de lo que se ha compartido. Intentamos ser flexibles y humildes, para poder reconocer lo que hemos recibido de los demás que a veces es más acertado y adecuado, y es el momento para cambiar de opinión, dejarnos transformar por el otro. Estamos dispuestos a cambiar y llegar a un consenso.
Se trata de todo un trabajo interior para entrar en un movimiento espiritual. La sinodalidad está arraigada en la fe; creer que Dios nos acompaña en el camino y nos ayuda a comprender la realidad
Debemos creer que la Palabra de Dios, pronunciada y escrita hace tantos siglos, nos sigue hablando hoy, porque es una Palabra Viva que ilumina las situaciones actuales, la realidad en la que vivimos. Nos ayuda a ver el camino que Dios quiere que emprendamos.
Esta Palabra nos viene, por supuesto, de las Escrituras, pero también nos llega a través de las palabras y la vida de nuestros hermanos y hermanas que están habitados por el Espíritu Santo, así como por la realidad.
Para que esto suceda, necesitamos un clima de apertura, de búsqueda sincera de la voluntad de Dios y de aceptación de lo que se derive de ella.
De hecho, el discernimiento comunitario es muy similar, obedece a estas mismas condiciones.
La comunidad es simplemente más reducida que una asamblea sinodal. Esta misma experiencia la vivimos cuando hacemos nuestro proyecto comunitario o cuando tenemos que discernir una nueva petición apostólica.
El Papa Francisco desea de todo corazón que nuestra Iglesia sea cada vez más sinodal. De hecho, el tema del próximo Sínodo de los Obispos será la sinodalidad.
El proceso de sinodalidad avanza... Hoy, una Iglesia “en marcha” que sale por nuevos caminos buscando la voluntad de Dios en la oración y compartiendo lo que el Espíritu dice a cada uno, es la continuación de la peregrinación de los discípulos de Emaús.
Vivamos esto, y podremos decir como los Apóstoles y los Ancianos, de acuerdo con toda la Iglesia, a los “hermanos de la gentilidad”: “el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido … “(cf. Hechos 22-29).
HNA. REGINA MARIA CAVALCANTI
Comunidad de Itapuranga, Brasil
Provincia de Atlántico Sur