En la fiesta de la Visitación, que se celebra este sábado, dos mujeres nos comparten, con humildad, el arte de un encuentro habitado por Dios.
En su Misericordia, Dios toma la iniciativa, se pone en movimiento, se revela y habla. María, joven virgen, recibe la visita del enviado de Dios. Zacarías, anciano sacerdote, esposo de una mujer de edad avanzada y estéril, tiene una visión en la que se le revela que su esposa Isabel concebirá un hijo (Lc 1,13).
Pertenecientes a generaciones distintas, con condiciones físicas y espirituales diferentes, María e Isabel se encuentran en una armonía de asombro, habitada por los dos frutos de la Misericordia de Dios: Jesús y Juan Bautista. Una armonía de felicidad tan profunda que incluso Jesús y Juan Bautista, en el seno de sus madres, la experimentan. Así, María e Isabel viven una alianza femenina única y profética, uniendo la Antigua Alianza con la Nueva. A partir de ese momento, en la fuerza del secreto silencioso que ambas guardan en su interior, una revolución, un cambio profundo comienza a arraigarse. Juan Bautista —cuyo propio nombre da testimonio de esta revolución— se encuentra con Jesús, su primo, su Maestro, rostro de un Dios Creador del universo que se hace pequeño en el vientre de una virgen: ¡la única revolución verdadera que ha existido en la historia!
Siguiendo los pasos de santa María Eugenia de Jesús, estoy profundamente convencida de que las mujeres de fe que han vivido una experiencia de encuentro con Dios, a pesar de su diversidad, viven entre ellas una alianza profética y transformadora. Ella misma lo vivió en su relación con las hermanas en los inicios de la Congregación, y especialmente con la madre Thérèse Emmanuel. Ella escribe: «Me guardó un afecto y una fidelidad que nunca olvidaré, y que hizo de nuestras dos almas, una sola» (Instrucciones de capítulo, volumen VI, 1887-1894, pág. 39). Gracias a este encuentro profundo con Dios y a una fuerte unidad entre hermanas, la Asunción permanece atenta al mundo de hoy para continuar su misión profética.
Habitamos una aldea virtual donde «los medios digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, aislamiento y pérdida progresiva del contacto con la realidad concreta, dificultando así el desarrollo de auténticas relaciones interpersonales» (Exhortación Apostólica postsinodal Christus Vivit, 25 de marzo de 2019, n. 88). La visita de María a Isabel inspira una revolución en nuestra cultura del cuidado. Nos invita a un encuentro cara a cara portador de alegría y paz, a una mirada de compasión y misericordia, a una sonrisa de comunión, a una escucha que genera vida, a una palabra de consuelo y esperanza, a una atención a la presencia de Dios, que recrea, reordena y remodela todo el universo en nuestros encuentros cotidianos.
Hna. Christine Turabamariya Religiosa de la Asunción