Soy Santos Esperanza Maas Caal, una mujer indígena que pertenece a la Congregación de las Religiosas de la Asunción. En este texto, comparto mi experiencia personal sobre la relación entre la cultura y la vocación religiosa.
La vida religiosa y mi cultura
Soy una mujer indígena que ha optado por la vida religiosa en la Asunción. Mi idioma es el Q’eqchi y me siento profundamente conectada con mi cultura. Estar en la Congregación me ha hecho apreciar aún más su historia y la herencia que poseo. Mi fe se ha fortalecido desde mi entorno cultural, y sigo encontrando y experimentando la riqueza que ofrece la Congregación. Dios siempre está presente en los momentos menos esperados. Actualmente, me encuentro en un lugar donde la diversidad de las personas se refleja en su idioma, costumbres, tradiciones y mucho más, con personas que hablan Mopán, q’eqchi’, castellano, entre otras.
La cultura es un todo
Desde que comencé mi vida religiosa en la Asunción, se me han abierto muchas puertas que me han llamado a compartir quién soy con la comunidad. He percibido esto en diferentes lugares y hoy continúa ayudándome a acoger a otras personas con sus propias riquezas. A medida que conozco más sobre nuestra Congregación, también descubro que desde sus inicios ha sido internacional gracias a nuestras primeras hermanas. Este ejemplo sigue vigente en nuestras comunidades, donde somos de diferentes nacionalidades, pero lo que nos une es nuestra fe en Cristo. En cada experiencia, seguimos compartiendo nuestras riquezas, valores y principios, que nos guían en nuestro compromiso como mujeres entregadas al amor de Dios que nos ha creado.
Esta forma de vivir refleja lo que Dios es para cada una de nosotras, un Dios que está presente en diferentes culturas y que se encuentra en comunión con toda la creación. Es vida y nos une como hermanos y hermanas. Dios nunca nos abandona; más bien, está cerca de nosotras.
A Dios también lo encuentro en las experiencias de vida de Santa María Eugenia, quien ha sido una inspiración en mi camino hacia la vida y el amor de Dios y a los demás. Desde ese lugar, me siento acogida y amada por la Congregación.
Mi consagración ha sido un momento de compartir y expresar todo mi ser ante Dios, ante el cosmos y ante todo lo creado. Es ahí donde, se manifiesta su amor en todo lo que soy y en todo lo que hago. Lo más importante que he descubierto es la armonía, una armonía que me lleva a ver al otro a través de los ojos de Dios y a respetarlo profundamente.
La cultura es una riqueza que promueve una identidad arraigada en nuestras raíces, costumbres, tradiciones y todos estos valores son los que abarcan este estilo de vida. El caminar en la Asuncion me ha ayudado a aceptarme a mí misma, a valorar la importancia de compartir con los demás, lo que a su vez me permite ver a la Congregación como un don de Dios y un espacio para expresar lo que soy y lo que somos.
Para mí, la cultura es una riqueza que se nutre de sus valores, principios y del acto de compartir con los demás, lo que me hace sentirme en comunidad, independientemente del lugar en el que me encuentre.
Mi experiencia de vida religiosa con las mujeres q’eqchíes
En la comunidad trabajamos con la Pastoral de la Mujer, de la parroquia de San Luis Petén, Guatemala. Soy parte del equipo y nuestro trabajo consiste en dar formación a las mujeres del área rural y urbana en los 15 sectores que tiene la Parroquia, dándole herramientas para sus vidas y para fortalecer su entrega a la Iglesia y a su comunidad, desde la escucha y los encuentros en cada uno de los sectores, motivándolos en todo lo que hacen.
El valor profundo que sigo percibiendo en ellas es su amor a Dios y su servicio dentro de la Iglesia. Su fe las lleva a tener una cercanía total con Dios. A través de la formación y diferentes espacios, he aprendido a valorar más lo que hago y a comprender el valor de la vida desde mi cultura. A veces, me digo a mí misma lo hermoso que es tener estos espacios para compartir con ellas, aprender de sus vidas, que a veces ha sido difíciles y dolorosas, pero siguen adelante y desean ponerse de pie al descubrir su valor y aporte a la comunidad.
Este compartir con ellas me inspira en mi vocación religiosa, y siento que Dios se encuentra conmigo a través de estas mujeres. Estas experiencias continúan