“El espíritu de la Asunción tiende hacia un desapego alegre de las cosas terrenales y a superar las pruebas y dificultades sin quejarse ni perder tiempo en ellas.” (Santa María Eugenia)
Esta palabra de Santa María Eugenia resalta la alegría que se encuentra al entregarse plenamente a Dios, abrazando una vida que trasciende las preocupaciones mundanas. Es una experiencia profundamente personal y espiritual, que marca un compromiso vitalicio con Dios en una congregación religiosa específica.
El viaje hacia nuestro compromiso religioso final fue uno de profunda alegría y entrega. No fue un día de votos para nosotras, sino la culminación de años de formación, oraciones y amor por Cristo y su Iglesia, que es un regalo del amor y acompañamiento de Dios. “Yo soy de mi amado y mi amado es mío.” (Cantar de los Cantares 6:3)
Durante el mes de preparación intensiva para el compromiso final, pasamos tiempo en silencio, retiro y reflexiones sobre diversos temas como el crecimiento espiritual, los documentos e historia de la congregación, la educación y los votos, lo que nos dio una manera de conocernos a nosotras mismas, confirmar nuestra vocación y profundizar nuestra relación con Dios. Hubo momentos de certeza y momentos de duda, pero a través de todo esto sentimos Su suave aseguramiento y aliento: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 41:10).
El día de nuestro voto perpetuo (10 de febrero de 2025), fue un momento de gracia profunda y alegría, sintiendo la presencia de Dios de una manera nueva y transformadora. Hubo una sensación de profunda alegría al estar completamente en la presencia de Dios, nuestras hermanas, miembros de la familia y amigos a nuestro alrededor, lo que nos recordó que este compromiso no era solo personal, sino también comunitario y de unidad. Estamos muy agradecidas con cada una de vosotras, queridas hermanas, por estar unidas a nosotras en oración constante.
La frase “Aquí estoy” es una poderosa expresión de disposición para entregarse y comprometerse con el llamado de Dios. Resuena a lo largo de las Escrituras, en momentos de encuentro profundo y misión en la vida de varios individuos como María, Abraham, Isaías, Samuel, etc. Sentimos que esta misma frase nos estaba haciendo ser conscientes del llamado de Dios y responderle con gran humildad, humillándonos ante Él y Su pueblo. Al ponernos el anillo en el dedo, sentimos gozo al saber que nuestra vida ahora pertenece completamente a Cristo y nos convertimos en miembros plenos de la congregación. Sentimos una libertad interior, una libertad que proviene de pertenecer completamente a Dios y a la congregación.
Aunque el viaje de nuestra vida continuará con alegría, dificultades y desafíos, la gracia de ese día permanece con nosotras, viva y como un recordatorio constante de que el amor de Dios es todo y su fidelidad, como dice Santa María Eugenia, “El amor nunca lo dice suficiente.”
Por Hna. Nijora