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COMPARTO MI EXPERIENCIA DE “LA SONRISA DE DIOS”

C eventLunes, 22 Julio 2024

Artículo publicado en Global Sisters Report el 4 de enero de 2021

Es Navidad, y pensé que mi regalo de Navidad sería compartir una experiencia que ha sido un regalo de Dios para mí y que creo que no es solo para que yo me la guarde, sino para transmitírosla a vosotros, mis amigos. Llamo a esta historia "La sonrisa de Dios".

El hermano Emmanuel* es un hermano de una congregación que se dedica al trabajo sanitario; es una persona de complexión pequeña pero con un corazón sin límites. Cuando se enteró de que mis clases de inglés con los novicios de su congregación se habían reducido a una sola vez por semana debido a un conflicto de horarios con sus cursos de espiritualidad, me preguntó si podía ir a mi clase de inglés porque necesitaba tener un nivel de inglés avanzado. Dado que mis clases de inglés también son una especie de curso de formación, quiere decir que compartimos el Evangelio y discutimos temas de actualidad como una forma de aprender gramática, pronunciación y vocabulario.

Noté, desde la primera clase, que al hermano Emmanuel le apasionaba trabajar con personas con SIDA. Así que, como compartíamos constantemente sobre esto, le pregunté después de nuestra tercera clase si podía llevarme al lugar donde trabaja con los enfermos de SIDA. Acordamos ir el sábado siguiente, cuando era posible traer visitantes al centro. Este iba a ser mi primer encuentro planificado con personas que tienen SIDA.

Siempre había oído hablar de la existencia de centros de SIDA y de los voluntarios que trabajaban allí, y tuve encuentros casuales con tres o cuatro personas que luego descubrí que eran pacientes de SIDA. Así que ese brillante sábado por la mañana, cuando el hermano me recogió en su motocicleta, no sabía muy bien qué esperar. El hermano llevaba un recipiente de plástico y me explicó que contenía sopa de arroz con pollo para los enfermos de lepra que se alojaban en el edificio situado frente al centro de SIDA. Esta sopa la preparaban a diario las hermanas que están al lado del hospital donde trabajan los hermanos, y se la daban  a los pacientes más pobres de ese sitio.

También pasamos por un comedor cuyo dueño se había ofrecido a darle al hermano veinte paquetes de un plato especial de arroz enrollado y pegajoso para el desayuno de los quince - veinte enfermos de SIDA en el centro. Descubrí por qué el número nunca era fijo. Nunca se sabía cuándo íba a morir un paciente y cuántos pacientes nuevos íban a llegar para quedarse - demasiado enfermos para seguir siendo pacientes ambulatorios.

Nos costó un poco encontrar el comedor, ya que era la primera vez que el hermano recibía esta donación de comida. Más tarde supe que esta era su experiencia constante, conocer a personas que habían oído hablar de su trabajo y ofrecían lo que tenían para compartir. Para este pequeño comedor de desayunos, se trataba de compartir el desayuno de hoy con los pacientes.

Creo que esta experiencia me ha ayudado a comprender de una manera muy real cómo es el corazón de Dios.

Entonces sucedió. Mientras balanceaba la bolsa de plástico con el desayuno caliente sobre mi muslo izquierdo, estábamos dando una vuelta en la rotonda que iba a las afueras de la ciudad donde estaba ubicado el hospital. Sentí algo así como una calidez brillante que nos envolvía brevemente ... y con ella un entendimiento silencioso de que Dios estaba sonriendo por lo que estábamos haciendo, feliz de que estuvieramos cuidando a sus hijos más queridos. Fue una experiencia muy momentánea, pero me ha dado una convicción creciente y profunda de cuánto significan para Dios sus hijos e hijas con SIDA. Creo que esta experiencia me ha ayudado a comprender de una manera muy real cómo es el corazón de Dios. 

El resto de la mañana barrimos y fregamos las habitaciones de los pacientes que estaban demasiado débiles para hacer el trabajo. En una de las habitaciones que barrí, un paciente que había fallecido el día anterior seguía tendido allí, cubierto con una manta, con un racimo de plátanos verdes sobre el estómago como alimento para acompañarle en su viaje hacia la muerte. El hermano y yo ofrecimos incienso y una oración, y consolamos a su joven esposa afligida seropositiva) y a su hermana mayor. Mientras barríamos el patio, la policía vino a comprobar y ver si el paciente había muerto realmente. Resultó que era un convicto. Cuando se descubrió que tenía SIDA, lo trasladaron al centro y lo encadenaron a la cama. Junto a él en la habitación había otro joven en un estado avanzado de la enfermedad, que llamaba a su madre y a su padre para preguntarles por qué seguía vivo. Murió al día siguiente. 

Es extraño cómo una cosa lleva a otra. Finalmente, nos encontramos con un proyecto para hacer tarjetas que ayudaba a los pacientes a hacer algo productivo y creativo, al mismo tiempo que ganaban algo para sus necesidades personales o para sus familias. Es increíble, decía el hermano, cómo una cosa tan sencilla como hacer tarjetas transforma de repente la atmósfera del centro y el espíritu de los pacientes; estaban haciendo algo bonito, que la gente estaba dispuesta a comprar, ¡y estaban ganando dinero con ello!

Sé que esta cadena de acontecimientos continuará, de la misma manera que cuando el hermano se enteró de la existencia del centro leyendo un periódico y consiguió permiso para trabajar allí. Desde entonces, algunas mujeres con SIDA han aparecido y han pedido   un trabajo similar para ganar dinero. Me siento privilegiada de que confíen en nosotros lo suficiente como para sentirse seguros al abrirse a nosotros. En la sociedad, son invisibles, se les hace invisibles. Se les discrimina en el trabajo, no pueden encontrar empleo y sus hijos no pueden ir a la escuela.

 

La mayoría de la gente necesita mucha educación sobre el VIH / SIDA. Pero me ha animado encontrar voluntarios que vienen buscando ayudar a estos "invisibles" pequeños de Dios. Sé que la sonrisa de Dios se posa sobre ellos, y una parte de su corazón está en el suyo.

 

Te deseo un Año Nuevo bendecido con la sonrisa de Dios mientras cuidas a sus pequeños allí donde quiera que estés, y a nuestro mundo maltrecho, cansado de la guerra pero increíblemente tierno y hermoso.

 

* El nombre y los detalles se han cambiado para proteger la privacidad.