XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
26 de julio de 2020
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 28-30
La Liturgia de este domingo, en la segunda lectura, nos sitúa ante un texto que pone ante nuestros ojos que todo lo que acontece en nuestras vidas, si amamos a Dios, nos sirve para el bien. Esta perícopa de San Pablo nos va encaminado hacia el final de la misma que termina de la siguiente manera “nadie podrá apartarnos del amor de Dios” (Rom 8,39). Si rezamos con detenimiento el primer versículo de esta lectura podría surgir una petición “Enséñame a discernir y entender, porque me fío de tus mandatos” (Sl 118,66). Estas palabras brotan de nuestra fe; la vida, la realidad, las circunstancias, los afanes de cada día van tejiendo nuestra historia de alianza con Dios si sabemos que nada podrá alejarnos del amor de Dios.
El papa Francisco en su homilía de este año para la Vigilia Pascua nos decía “Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados. Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes”.
Esta lectura habla de la predestinación entendida como el plan de salvación de Dios para toda la humanidad. Este proyecto de salvación lo hemos conocido de la boca del Hijo de Dios, Jesucristo (Heb 1,1-2). Jesucristo es el primero de todos los hombres a los que hace hermanos. Si estamos llamados a reproducir la imagen del Hijo estamos destinados a la resurrección, a la vida eterna. Al leer estas palabras podemos de nuevo agradecer que Dios cuenta con cada uno de nosotros para la extensión de su Reino desde nuestra libertad. La palabra predestinado significa que la iniciativa es divina. La iniciativa parte de Dios y en la carta de San Juan encontramos la respuesta a cómo podemos poner en juego nuestra fe activa cuando escribe: "Nosotros amemos, porque Él nos amó primero" (1 Jn 4, 19). Nuestra esperanza se cimienta en el amor de Dios que nos ha amado antes.
Que rezando este texto alumbremos dentro de nosotros que nunca podrán arrebatarnos el derecho a la esperanza. Que cargados de esta esperanza, siendo imagen de Dios, en cuanto que somos criaturas creadas, reproduzcamos en nuestro amor al prójimo y en nuestra fe vivida las actitudes de Jesús.
Alegoría de la esperanza. Giotto di Bondone.Padua.
Ana Alonso, r.a. Asunción León