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2º Domingo de Pascua

2 eventDomingo, 17 Noviembre 2024

Domingo de la Divina Misericordia

Hechos 2, 42-471 Pedro 1, 3-9Juan 20, 19-31

Celebramos hoy el Domingo de la Divina Misericordia. El 30 de abril del año 2000, el Papa Juan Pablo II proclamó la Fiesta de la Divina Misericordia al primer domingo después del Domingo de Pascua en toda la Iglesia. El mensaje de la Divina Misericordia es que Dios nos ama a todos. El quiere que reconozcamos que la Misericordia es más grande que nuestros pecados para que nos acerquemos a El con confianza y recibamos su misericordia y la dejemos derramar sobre los otros. Y así todos participamos de su gozo.

En este contexto leemos la Palabra de Dios de hoy. En el texto de los Hechos de los Apóstoles en este segundo Domingo de Pascua, los apóstoles estaban recluidos en el Cenáculo, con las puertas cerradas, por miedo. Miedo quizá a perder lo que le había quedado en sus corazones tras la muerte de Jesús. Las mujeres habían anunciado la Resurrección de Jesús pero ellos estaban tristes y resignados. La primera comunidad pasa por la experiencia de la duda. Lucas muestra en los Hechos de los Apóstoles la difícil pero irresistible penetración del Evangelio en el mundo pagano. El Espíritu actúa con fuerza y eficacia. Lucas señala la fe de la comunidad a la que a pesar de las dificultades se van incorporando nuevos creyentes. Estos creyentes, penetrados de la fuerza de Pascua, les hará ir al encuentro de otros, creyentes o no creyentes, para anunciarles el amor misericordioso y la fidelidad de Dios a sus promesas para con todos.

El texto de la 1ª Carta de Pedro se inscribe en una catequesis bautismal. El autor de esta Carta explica a los nuevos cristianos la nueva vida que han recibido. La comunidad tendrá que caminar entre dificultades, salir adelante sobrepasando los obstáculos antes de llegar al final del camino en el momento exacto de la vuelta del Señor. Esta vida eclesial es efecto y gracia del Espíritu Santo que con su “venida” consagra y manifiesta un culto en el Espíritu, un crecimiento en la fe en y por el Espíritu. El crecimiento en la fe de las primeras comunidades irá acompañado de una gran labor de misericordia hacia los otros, creyentes o no creyentes. El Espíritu les va abriendo caminos para anunciar “el nuevo camino” que brota de la fe en Jesucristo muerto y resucitado. Un camino de fe, un camino de solidaridad. Así se van edificando las primeras comunidades cristianas.

Reunidos en el Cenáculo, el Señor abrió sus corazones y venció la incredulidad de los discípulos. Al ver al Señor, los discípulos se llenaron de alegría y del Espíritu Santo. Se transformaron profundamente por una nueva e irresistible energía interior. Ya no eran como antes. E inmediatamente se lo dijeron a Tomás: “Hemos visto al Señor!” Pero Tomás no quiso creer sus palabras y pedía una señal: Ver sus manos y la señal de los clavos y meter su mano en el costado, y entonces creerá. Para Tomás solo parece existir lo que se pueda ver y tocar.

Ocho días más tarde, Tomás será invitado a tocar las heridas de Jesús porque llamándole por su nombre y exhortándole: No seas incrédulo sino creyente. Estas palabras hacen que Tomás caiga de rodillas y ya no necesite tocar porque él mismo ha sido tocado en el corazón por el Evangelio: la Buena Nueva de Jesús Resucitado. El Señor Resucitado hizo de Tomás y de los apóstoles testigos de la nueva Vida que brota de la Pascua. Y les envía a ser hombres de Pascua, marcados por la certeza de que el Señor vive, actúa en ellos y les acompaña a anunciar el Evangelio del Amor y de la Misericordia.

Sr Cristina María, r.a.Madrid