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Bodas de Plata de Ethel de Dios

B eventMiércoles, 03 Julio 2024

Hace 25 años, un 8 de marzo de 1998 en la ciudad de Guatemala, mi familia, mis Hermanas de La Asunción, amigos y amigas fueron testigos de este lazo de ternura de Dios en mis Primeros Votos como Religiosa de La Asunción. Y es significativo que haya coincidido en el día que la sociedad civil dedica a la mujer, porque a lo largo de estos años me he encontrado con mujeres del campo y de las ciudades audaces, resilientes, con fortaleza y alegría infinita que contagian, inspiran y animan.

He constatado el ciento por uno, nací en una familia “salvadoreña” católica, soy la mayor de 4 hermanos y tía de 7 bellos sobrinos(as);  mis padres nos inculcaron un fuerte sentido de compromiso y responsabilidad, ambos siguen siendo un ejemplo de entrega total e incondicional al servicio de la Iglesia y las familias.

Doy infinitas gracias, este día, por experimentar plenitud en mi vida como Religiosa de La Asunción a través de tantas Hermanas y laicos(as), los que están en el cielo y aquí en la tierra, que me han dado vida, alegría y esperanza. Las comunidades de Lechecuagos y León, de Nicaragua, Santiago de Chile, San Luis y Vicariato de Petén, San Salvador y Santa Ana han sido lugares de Reino.

La vida religiosa no es fácil, como cualquier estado de vida, pero es fascinante, ya que en el encuentro con tantas mujeres, hombres y jóvenes eres testigo de la esperanza y el amor. El misterio de la Encarnación, a la que estamos llamadas en La Asunción, me ha hecho acercarme e inclinarme como lo hace Dios con su pueblo, adaptarme a diferentes culturas, costumbres, modos de vida, conocer y hacerme uno de ellos. Doy gracias por estos lazos fuertes de amistad y de cariño con tantas personas que han sido parte de mí caminar.

Y haciendo referencia al Evangelio de hoy de la Samaritana releo en este “mediodía” de mi vida una relación más madura en el seguimiento de Jesús. La mujer, a la que Jesús  invita a beber del agua que nunca más le dará sed, le dice que el pozo es profundo, que cómo iba a sacar agua...yo hago referencia al pozo de nuestra propia vida con profundas heridas que solo Jesús puede curar. Jesús le responde: “Si conocieras el don de Dios”. Es Él quien conoce lo más hondo de nosotras mismas, quien nos sana, limpia y conforta. En la comunidad que vivo actualmente, la Santa Familia, hay un pozo en el centro del jardín que recuerda que la fuente del agua viva, al inicio y al final de tu vida, es solo Jesús. Mi comunidad ha sido un lugar para  vivir este “mediodía” con plenitud porque uno se cansa al poner toda la confianza en uno mismo pero cuando descubres y caes en la cuenta de que hay Alguien que te ha sostenido y te sigue sosteniendo ¡es un alivio!.

Cuando entré, a mis 25 años,  lo hice con toda la energía y pasión de mi juventud que aún siento que poseo  porque lo único que deseaba era “entregarme, no prestarme” y porque consideraba que  “Dios había hecho tanto por mí, a esa edad, que yo debía de hacer algo por Él” parafraseando a Ma. Eugenia, su amor me puso en movimiento: “Ama y entrégate, tu Dios será tu todo”.

La frase en mi altar, SÓLO DIOS, me ha acompañado en estos últimos años y puedo decir como Ma. Eugenia dijo en un retiro en 1878: Amarlo con confianza, acción de gracias, valentía y una forma de seguridad y de apoyo en Él, puede ser que haya roto los lazos, haya reducido los auxilios, para encaminarme más hacia Él.”

Creo que todas las circunstancias que nos rodean en la vida nos va haciendo más fuertes y más humildes, allí  brota el agua viva de la que habla Jesús, la vida en abundancia. El desprendimiento purifica desde lo más profundo,  el duelo de hermanas y laicos que han partido, dejar lugares y  proyectos, pero como dice María Eugenia de Jesús: “En nuestra vida es un momento maravilloso aquel en que empezamos a comprender que no podemos nada por nosotros mismos, pero que en Dios lo podemos todo.”

Mi madre, hace dos años, después de una operación que le dejó con un derrame cerebral me repetía esta frase: “Dios dispone todo para el bien de quienes lo aman.” (Rom8,28) y la paz, la confianza que recibimos a través de ella es para mi familia y de quienes nos rodean es una gracia que nos empuja a vivir con mayor radicalidad la misión encomendada, “Dios lo dispone todo. El proveerá todo” (MME)  

Hoy puedo decir, como nuestra Santa Ma. Eugenia: “Soy de Dios, voy a Dios y vivo para Dios” (1878) y que “El Señor me llama a trabajar sin descanso para que todos le  conozcan, por eso soy religiosa de La Asunción.” (Mayo 1886)

Hoy “quiero hacer voto de extender  el Reino de Jesucristo a través de toda mi vida, primero en mí, después en los demás.” (María Eugenia, 1886) Amén.                                                                                     

Ethel de Dios,

Comunidad de Santa Familia, Santa Ana, El Salvador.