LA VERDADERA LUZ QUE ILUMINA A TODOS (Juan 1:9)
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Muy queridas Hermanas y Amigas,
Al prepararnos – comunidades y familias – para celebrar la Navidad, recordamos la profunda verdad de que Cristo, Luz del Mundo, ha venido a morar en medio de nosotros, ofreciéndonos renovación, paz y esperanza. Los acontecimientos mundiales, como las elecciones generales y las transiciones de liderazgo, han marcado un año lleno de cambios políticos relevantes. Las guerras y el aumento de la violencia en diferentes continentes, producto de una mezcla de conflictos prolongados y nuevas tensiones emergentes, son motivo de gran preocupación. Otros problemas urgentes requieren desafíos ambientales inminentes y necesidad de cambiar nuestro estilo de vida. Además, constatamos cada vez más actitudes agresivas, egoísmo y rivalidad tanto en nuestro interior como en nuestras comunidades, familias y lugares de misión. En medio de este panorama, la Navidad llega con la luz de Cristo, difundiendo paz, amor y buena voluntad. En un mundo deslumbrado por luces brillantes y distracciones comerciales, acojamos la auténtica luz de la Navidad: Jesucristo.
Como afirma Juan 1:9: " El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo ser humano, viniendo al mundo". Esta "luz verdadera" es Jesucristo, la fuente definitiva de vida, verdad e iluminación. En el lenguaje bíblico, la luz simboliza conocimiento, santidad y presencia divina, en contraste con la oscuridad, que representa ignorancia, pecado y la separación de Dios y de los demás. Jesucristo, como luz verdadera vino para “alumbrar a todo ser humano” y su mensaje no está limitado a un grupo específico, sino que es accesible a todas las personas, sin importar su origen o estatus. Sin embargo, cada uno debe decidir si acepta y acoge esta luz. El evangelista nos recuerda la iluminación espiritual, el poder transformador de Cristo que ilumina nuestra condición humana, revelando tanto la fragilidad humana como el camino hacia la reconciliación con Dios y con los demás. El prólogo pone de relieve la naturaleza universal e inclusiva del amor y la gracia de Dios. La “venida de esta luz verdadera” alude al misterio de la Encarnación: el acto en el cual Dios entra en el mundo en forma humana a través de Jesús. Este acontecimiento cumple las profecías del Antiguo Testamento y renueva la esperanza de redención para un mundo sumido en tinieblas. Es un momento clave en la historia de la salvación, acentuando la integración eterna de Dios al colmar la distancia entre lo divino y lo humano.
La llegada de esta luz simboliza nuevos comienzos y la posibilidad de un futuro mejor, apremiando a individuos, familias y comunidades a construir una vida basada en la armonía y la plenitud para todos. La luz de la Navidad brilla como un faro de esperanza, renovación y paz en un mundo tan marcado por el sufrimiento y las sombras de la desesperanza. El nacimiento de Cristo nos recuerda que, incluso en los tiempos más oscuros, siempre hay motivos para la esperanza: el amor de Dios llega al mundo no con poder, sino con humildad, ofreciendo paz a quienes le abren su corazón. El Papa Francisco nos anima frecuentemente a ser optimistas, a reconocer las posibilidades del futuro y a “ver la promesa de la luz incluso cuando el mal parece predominar”.
Enfatiza que la esperanza permanece viva incluso en los momentos más difíciles. La Navidad nos invita a ser portadores de esa esperanza, a ofrecer amabilidad a los cansados, consuelo a los que sufren y justicia a los oprimidos. Nos enseña que los pequeños actos de amor pueden transformar situaciones desesperadas en oportunidades de gracia y renovación.
Experimentar esperanza en tiempos difíciles requiere una experiencia profunda de Dios y un cambio de mentalidad. Por ello, la Navidad nos llama a acoger una metanoia, un cambio transformador del corazón y la mente. Nos invita a reflexionar, a apartarnos del ruido y las distracciones de la vida y a centrarnos en los valores de amor, compasión y humildad. La temporada navideña es un tiempo para soltar las cargas que nos endurecen y abrirnos al poder renovador de la gracia y la paz. La paz bíblica (shalom), va más allá de la ausencia de conflictos; implica plenitud, integridad y una profunda armonía que restaura nuestras relaciones con los demás, con la creación y con Dios. Esta armonía y plenitud interiores nos brindan una alegría duradera, incluso frente a los desafíos.
La alegría de la Navidad no es un sentimiento efímero, ni la negación de las luchas que nos asedian. Es una certeza profunda: la luz vence a la oscuridad, el amor verdadero es más fuerte que el egoísmo, y cada lágrima y prueba son conocidas y sostenidas por Dios que camina con nosotros: Emmanuel.
Que la luz de Cristo, nacida en un pesebre humilde, ilumine los rincones más profundos de nuestros corazones y nos brinde renovación, paz y alegría. Que seamos instrumentos de paz en un mundo que anhela sanación, y que esta Navidad nos inspire a vivir con mayor sentido y generosidad. Hagamos de esta Navidad un espacio para comprometernos nuevamente a desterrar el egoísmo y la violencia, luchando por un mundo más compasivo y justo. Apoyemos iniciativas de construcción de paz global y local y adoptemos prácticas sostenibles y éticas para proteger el medio ambiente y el cosmos. Caminemos juntos, creando nuevos lazos e inspirando a otros, hacia el nuevo año con valentía, bondad y fe, convencidos de que el amor siempre prevalecerá.
Durante este año jubilar, que la luz de Cristo ilumine nuestros corazones, fortalezca nuestra unión, profundice nuestras relaciones como comunidades y familias de Dios, y renueve nuestra esperanza en las promesas de vida y gracia de Cristo.
Junto con nuestra oración os deseamos ¡Feliz Navidad y Año Nuevo 2025!
Hermana Rekha Chennattu, RA
Superiora General
19 de diciembre de 2024