Segunda lectura: 1ª Carta de Pedro (2,20-25):
Para comenzar este tiempo de oración con la Palabra de Dios, para entrar en la Presencia de Dios con nosotros, recitamos, lentamente, el salmo 22 propuesto en la liturgia dominical.
El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por senderos de justicia como pide su título. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo: tú vas conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Me pones delante una mesa frente a mis enemigos; me unges con perfume la cabeza, y mi copa rebosa. Tu bondad y lealtad me escoltan todos los días de mi vida; y habitaré en la casa del Señor por días sin término.
Con la imagen del buen Pastor de fondo nos adentramos en la segunda lectura. Para entender este cántico es bueno comprender que forma parte de una exhortación que el apóstol Pedro dirigió a los esclavos y también a los que en esas primitivas comunidades eran perseguidos y soportaban con amor las vejaciones injustas (1 Pe 2,19). El apóstol invita a todos a considerar su condición como una “gracia” a causa de Jesús. En el fondo, en el hoy de nuestro mundo, el mensaje de Pedro se actualiza dirigiéndose a todos los cristianos perseguidos.
Comienza diciendo que si obrando el bien se sufre se hace una cosa hermosa ante Dios. Nos invita a poner los ojos en Jesús pues el Hijo de Dios también sufrió. Sus sufrimientos, nos recuerda el apóstol, son los de la Pasión. Es en la Pasión donde Cristo nos ha mostrado su camino y Pedro nos recuerda que somos seguidores que vamos tras sus huellas.
Este pasaje es una relectura de la experiencia de Jesucristo desde la figura del Siervo de Yahvé (Is 53). El sufrimiento de Cristo, es el sufrimiento de un inocente y sufre por cada uno de nosotros (por mí, por mi historia, conmigo) y en favor del hombre. Es un sufrimiento redentor, por nosotros. Un sufrimiento por amor, solidario con cada de nosotros, de una vez y para siempre. Su muerte es una muerte por nosotros, para que nosotros vivamos.
En estos tiempos de Pandemia, donde basta mirar la compleja realidad para caer en la cuenta de los múltiples rostros del sufrimiento, igualmente podemos volver nuestros ojos a las heridas del Resucitado y rezar con toda la fe y esperanza “Tus heridas nos han curado”. En el libro de Job 36,15 “Con la aflicción él salva al afligido, abriéndole el oído con el sufrimiento”. De nuevo el sufrimiento, vivido a la luz de la vida entregada del Hijo, se convierte en Redentor. Del fondo de la herida brota la vida.
“Dentro de tus llagas escóndeme” es una frase de la bella oración Alma de Cristo. Desde la confianza y la esperanza animadas por la luz del Cirio Pascual rezar esta oración y esta frase; no queremos huir del dolor y del sufrimiento, porque en ellos, siguiendo a Cristo somos conducidos por la vara y cayado del Pastor, del buen Pastor. El que nos alimenta y nos conduce. Pongamos en sus manos. Redoblemos la esperanza, porque como nos recordaba el Papa “contigo Señor seremos probados, pero no turbados”.
“Tus heridas nos han curado”. “Dentro de tus llagas escóndeme”. El Señor es mi Pastor nada me falta, tu bondad y tu lealtad me escoltan todos los días de mi vida.
Ana Alonso, r.a.
Asunción Cuestablanca
Foto: El papa Francisco se acercó al Crucifijo de la "Gran Peste" durante la extraordinaria bendición "Urbi et Orbi" en el Vaticano el pasado 27 de marzo de 2020