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Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

D eventLunes, 22 Julio 2024

Un canto de amor a su Viña

(Isaías 5, 1-7)

La liturgia de la Palabra de Dios de este domingo se inicia con un canto popular de amor que llevará a describir las relaciones de Dios con su Pueblo: Cántico de la Viña (Isaías 5, 1-7). Es la primera sección del texto del profeta. Seguirán seis maldiciones (5, 8-24) y el castigo por la intervención de un pueblo guerrero. El cantor de este poema es el profeta, el amigo es el Señor y la viña es Israel.

El Cántico relata que el propietario de una viña ha hecho grandes esfuerzos y depositado una gran esperanza en ella para verse finalmente desilusionado: ¿Cómo es posible que yo haya puesto tal esperanza en la viña y en sus buenos frutos cuando estaba en su naturaleza que tenían que ser agraces? Un hecho ilógico ha sucedido. El cantor, propietario de la viña no acusa a ésta el haber producido agraces sino que se reprocha a sí mismo el haber realizado tanto esfuerzo y haber puesto tanta esperanza por lo que no era más que una viña. (1) El viñador, decepcionado, abandona, a su pesar, la viña a su propia suerte. Es la síntesis de la Historia de la Salvación: la lucha entre la misericordia de Dios y la infidelidad constante del hombre.

La primera Viña del Señor fue Israel, luego lo ha sido la Iglesia. La respuesta a este texto a través del salmo 79 es como una confesión de los cuidados con los que el Señor ha rodeado a su pueblo, ayer y hoy, y pide -y nosotros también- que siga cuidando la fidelidad de la Iglesia a su Señor y Pastor.

En la Carta a los Filipenses, Pablo exhorta a los cristianos, y nos exhorta también a nosotros, a acoger todo lo bueno que la vida nos ofrece pues en todo ello hay una huella de Dios Creador y Salvador. Cristo, el enviado del Padre, vino a subsanar esta viña. Los suyos no le recibieron. Y Pablo invita a los cristianos a abrirse a todas las cosas buenas marcadas por esa huella de Dios.

Teniendo como fondo la página del profeta Isaías, se puede leer y comprender la parábola del Evangelio que es una especie de síntesis de la historia de Israel y de sus relaciones, no siempre idílicas, con el esposo y los criados (o sea, los profetas), invitados a recordar las exigencias de la Alianza y el compromiso de producir y entregar los frutos deseados y que, en vez de uvas, perciben agrazones.

Nosotros, hoy, somos esa Viña del Señor llamada a producir buenos frutos. El Evangelio anuncia lo esencial de esta Viña del Señor que es la Iglesia. Su quehacer es producir frutos del Reino: justicia, libertad, misericordia, fraternidad, perdón a amigos y enemigos, paz… El amor siempre es fecundo. La Viña está simplemente en arriendo en vista a los frutos del Reino. También el amor y el cuidado de Dios puede ver defraudadas sus esperanzas. No podemos olvidar que lo posible es lo que tenemos que realizar y lo imposible es lo que hay que recibir.

La parábola y la historia de la Viña es también la nuestra. Sus esperanzas lo son también. Que el Señor Jesús nos acompañe en este camino, en Iglesia, con la mirada puesta en la realización, lenta pero real, de su Reino.

Sr Cristina María, r.a.

Religiosas de la Asunción, El Olivar, Málaga

 

(1) Cfr. Comentario al Antiguo Testamento, vol. II, La casa de la Biblia, págs 40,41.