Navidad, ¡desear buenas noticias!
"No tengáis miedo, mirad que os traigo una buena noticia” (Lc 2,10)
Los tiempos que vivimos son muy complejos, el miedo y la fragilidad parecen haber expulsado al valor y al entusiasmo por la vida. Esta pandemia ha hecho difícil, si no imposible, hacer lo que solía ser normal: estar todos los días con el corazón abierto y tender la mano a los demás con amabilidad.
Ante el Misterio de la Navidad, sin embargo, nuestros ojos se abren a lo esencial y, renovados, vemos la importancia de la vida en todas sus dimensiones, en todos sus horizontes.
En el Prólogo (Evangelio de Juan 1,1-18), el autor nos llama la atención sobre el "Verbo que se encarna en nuestra humanidad"; Dios toma "forma" en nuestra humilde vida:
"Y la Palabra se hizo carne" (Jn, 1:14); y me gusta especialmente la segunda parte del versículo "acampó entre nosotros"...
Habitar en nuestra historia, en nuestro tiempo, en nuestras contradicciones y frustraciones y transformarlas en verdaderas oportunidades de renovación.
A veces nos sentimos impotentes e incapaces de afrontar las nuevas "urgencias", sociales y eclesiales, como si fueran lugares donde es imposible estar.
En cambio, miremos a Él, la Palabra. Él ha elegido habitar y pedir: acampar en nuestro tiempo, y pedir a cada uno de nosotros que demos testimonio del poder de este acontecimiento de salvación.
En su capítulo del 28 de diciembre de 1879, la madre María Eugenia nos dice:
"Me siento invitada a recomendaros que cuando vayáis a adorar al Niño Jesús en el pesebre, penséis siempre, a menudo al menos, que ese niño es el Eterno, el Todopoderoso, que el que está allí tan pequeño, tan humilde, es el Rey Inmortal de los siglos"
Si el Hijo de Dios se lanzó de lleno al mundo y a sus proyectos, también nosotros debemos sentirnos plenamente inmersos en lo que ocurre cada día y compartir con confianza las expectativas y esperanzas de la gente, especialmente de los más pobres.
Vino a acampar a nuestro mundo que es el nuestro, la tierra, con toda su humanidad, para encarnar la belleza y la dificultad de la vida cotidiana, acogiendo el don de Dios con alegría y sencillez.
Me viene a la mente una antigua leyenda navideña:
"La noche del nacimiento de Jesús, los ángeles llevaron la Buena Noticia a los pastores, y éstos fueron al establo con varios regalos. Cada uno había traído lo que tenía, algunos el fruto de su trabajo, otros algo valioso. Pero mientras todos daban generosamente, un pastor muy pobre no tenía nada... nada que ofrecer, y mientras todos competían por presentar sus regalos, él se mantuvo al margen avergonzado...
Al cabo de un tiempo, a José y a la Virgen les resultaba difícil recibir todos estos regalos, especialmente a María, que también tenía que sostener al Niño. Entonces, al ver a este pastor con las manos vacías, la Virgen le pidió que se acercara y puso a Jesús en sus manos.
Cuando el pastor recibió al Niño Jesús, se dio cuenta de que tenía algo que no merecía, que tenía en sus manos el mayor regalo de la historia. Se miró las manos, unas manos que siempre habían parecido vacías: se habían convertido en la cuna de Dios.
Se sintió tan amado que, superando su vergüenza, empezó a presentar al Niño Jesús a los demás, porque no podía guardarse para sí el Don de los regalos “.
Se nos invita a cada uno en esta Navidad a superar las dificultades, a correr hacia la gruta, con las manos abiertas y el corazón lleno de alegría para acoger al Niño Jesús.
HNA Carmela Pacenza
Provincia de Europa
Original italiano