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Itinerario lleno de amor en nuestra conversión ecológica

I eventDomingo, 17 Noviembre 2024

"El mundo nunca morirá por falta de maravillas  pero sólo por falta de asombro". Chesterton

 

 En junio de 2015, en su encíclica Laudato Si, el Papa nos llama a vivir una verdadera conversión ecológica. Fue en ese momento cuando el Señor nos cogió para que nos convirtiéramos en servidores de nuestra "casa común" y de aquellos que la pueblan.

Nos habíamos casado hacía 6 meses, habíamos hecho el camino de Santiago de Compostela durante 2 meses y medio. El largo camino, la sobriedad vivida con dos mochilas de menos de 10 kilos por casa, los variados y ricos encuentros y la lectura de Laudato Si, lentamente sacaron a la luz nuestro profundo deseo de trabajar para crear el mundo que deseamos. A lo largo del camino, hemos adquirido gradualmente "una amorosa conciencia de no estar desconectados de las demás criaturas, con los demás seres del universo, una preciosa comunión universal" (LS 220).

Al regresar de Santiago de Compostela, llenos de la pasión de los nuevos conversos, tuvimos el deseo de cambiar radicalmente nuestra vida en Marsella. Sin embargo, el regreso fue difícil para Arthur... Acabábamos de recorrer más de 2.000 kilómetros a un ritmo lento por nuestro caminar mientras que su trabajo consistía en posibilitar a que la gente llegara lo más rápido posible realizando estudios sobre el tráfico rodado. El impacto fue violento y el aterrizaje complicado. Al mismo tiempo, Arturo comenzó a investigar sobre el estado de nuestro mundo, sobre las catástrofes actuales y futuras. Los resultados fueron alarmantes y totalmente en línea con el primer capítulo de Laudato Si. El contraste entre la alegría y la maravilla que había llenado nuestras almas en lo más profundo de nosotros durante la marcha y su análisis por los efectos de la dominación del mundo en la humanidad fue verdaderamente dolorosa para él.

Preocupada por el estado de mi marido, me preocupé por él. Estaba convencida de que si actuaba y rezaba podríamos volver a encontrar de nuevo la alegría y la esperanza. Así que me aferré a las palabras del Papa: « Una ecología integral también está hecha  de simples gestos cotidianos donde   rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento y del egoísmo ». Así que intentamos centrar nuestra atención en los actos rutinarios de nuestra vida diaria. Estábamos seguros de que el asombro y la relación con los demás serían motivos esenciales para nuestro objetivo... No volver a comprar en un supermercado sino a un productor local que nos alegraba verlo cada semana; hacer nuestras propias compotas y salsas de tomate para potenciar nuestra capacidad de usar las manos; favorecer los regalos caseros para comprometer nuestra creatividad y nuestro tiempo con la alegría de dar (¡no hay nada mejor que tejer para rezar por aquel a quien va dirigido este regalo!); empezar a cultivar la tierra en un huerto en los barrios del norte de Marsella para redescubrir el gusto por el contacto con la naturaleza...

El camino de sobriedad vivido así, nos hizo más libres. La transformación de nuestra forma de consumir nos trajo más alegría: "más lazos, menos bienes". Los productos caseros nos dieron una gran confianza en nosotros mismos: Arthur es capaz de fabricar una estanteria preciosa... Blandine cocina unos buenos platos vegetarianos... ¡Gracias Señor, por todos estos insospechados regalos!

A veces, estos cambios de hábitos han sido duros de soportar... Así que sacamos de la fuente de donde brota nuestra energía: la maravilla frente a la belleza de la Creación y el amor mutuo de nuestra pareja.

También estábamos convencidos de que no estábamos viviendo únicamente una conversión ecológica. Nos inspiramos en aquellos que nos precedieron y dieron respuestas eficaces y exactas a tal o cual problema.

Así que decidimos ir a conocer a esta gente. Durante este caminar por Francia, conocimos a muchas personas maravillosas que tenían una coherencia con una vida alegre y al mismo tiempo, sobria; que saboreaban el momento presente, con serenidad y pasión. Fueron para nosotros como pequeñas luces de esperanza con las que se prepara un gran fuego.

A medida que avanzábamos en el camino de la ecología en la vida cotidiana y fortalecidos por nuestros encuentros con estos constructores de un mundo mejor, nos preguntábamos: "y nosotros, en esta aventura, ¿cuál es nuestro papel? »

Un gran deseo ha estado trabajando en nuestros corazones durante algún tiempo. Queríamos convertirnos en hortelanos. Así, quisimos volver al Génesis, a la creación del mundo, al jardín que Dios nos confía para que todas las especies vivan allí en armonía y que el hombre utilice su responsabilidad para cuidarlo y transmitirlo. La horticultura implica volver a conectar con la Creación, con el ritmo de las estaciones, con el tiempo como Dios lo quiso para el hombre, con la belleza de la biodiversidad; significa dar sentido a nuestro trabajo convirtiéndonos en co-creadores; significa crear nuevas relaciones entre productores y consumidores y así fomentar una nueva forma de estar en el mundo; significa participar en una profesión que es esencial para la vida; significa lograr una producción de calidad; significa trabajar concretamente, trabajar con los vivos y no contra ellos; significa ser capaz de trabajar en silencio.

 Y hemos dado el paso. Actualmente estamos en nuestro primer año de establecimiento de un mercado horticultua orgánica en Seine et Marne, junto al Campus de Transición. Estamos descubriendo este trabajo que es a la vez excitante y complejo, excitante y agotador. Trabajamos en pareja: alegría de este proyecto "loco" enriquecido por nuestras complementariedades, humildad y perdón ante nuestros malentendidos y nuestra ira! Somos completamente dependientes de la naturaleza, del clima (especialmente de la terrible sequía del verano de 2020), del mal tiempo. Hay acontecimientos inesperados, límites, fragilidades que nos recuerdan cuánto nos da la naturaleza.

Frente a las crisis que atraviesa nuestro mundo, estamos tranquilos y felices con nuestra elección de vida. Intentamos, con la gracia de Dios, crear belleza y bondad donde estamos. Una pregunta que nos hacemos todos los días: "¿La acción que estoy a punto de realizar crea al mundo que amo? ».

 

Blandine y Arthur de Lassus, 33 y 31 años.