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La interioridad: cómo educar a los estudiantes a la interioridad

L eventSábado, 20 Abril 2024

¿Cómo se entiende el silencio en la Escuela? ¿Sabemos generar sosiego a nuestros estudiantes? ¿Le trasmito paz? ¿Hago un ritual de interioridad en mi sala de clase? ¿Educamos la interioridad?

La religión ha utilizado la palabra interioridad como sinónimo de vida espiritual y de oración, mientras que en propuesta de crecimiento personal – que se mueve entre lo psicológico, lo sapiencial y lo religioso- se asocia la interioridad a la conciencia de uno mismo. También se refiere a ese lugar donde se guardan ocultas e impredecibles las posibilidades de cada uno. La interioridad es nuestro espacio íntimo, que no necesariamente hay que confundir con lo privado o lo secreto. Lo íntimo es lo interior, lo reconocido dentro de uno mismo, lo que pertenece al yo verdadero, a lo más profundo de mi mismo. En cambio, lo privado hace referencia a lo que sencillamente no comparto o lo que nadie ve más que yo. Es interesante hacer ver este matiz a los estudiantes desde pequeños, pues la privacidad lleva al egoísmo y la intimidad a la amistad.

Solo el silencio nos conduce hacia nuestra intimidad, al yo profundo, es decir hacia el interior de uno mismo, abriéndonos a la experiencia de lo que somos. Este amplía nuestra consciencia, puesto que nos hacer ir a ella y reconocer lo que está pasando dentro de cada uno de nosotros. Nos hace caer en la cuenta de nuestras falsas ideas y convicciones, ayudándonos a canalizar nuestras energías para irnos liberando de los yoes exteriores con lo que nos identificamos, solo desde el silencio podemos darnos cuenta con lucidez de lo que sucede en nuestro interior.

El silencio es el lugar que nos permite conocer nuestras motivaciones, creencias, nuestros valores, y utopías, es el camino de verdad que nos lleva hacia la libertad. ¿Has experimentado alguna vez, que cuando nos acallamos, todo se serena? El silencio sosiega, calma, pacifica, unifica, nuestra agitación física, mental psicológica se va serenando y nos abre a la experiencia de mirarnos y dejarnos mirar por Dios. sabiéndonos en la mirada amorosa de este Dios que no aparta nunca la mirada, porque forma parte de nuestro ser, está en el fondo de nuestro ser.

Además de vivir el silencio individual, estamos llamados a vivirlo en grupo, al hacerlo de esta manera se convierte en fuente profunda de vinculación y conocimiento interpersonal, por lo tanto, es necesario que en nuestra vida cotidiana y con nuestros estudiantes, busquemos tiempo de silencio, y, si es posible, espacios donde los estudiantes puedan compartir con los otros tiempos de oración en el silencio. En este sentido Santa María alaba el silencio.... Considerando que el gran desafío de su vida -y por lo tanto de sus elecciones en cada momento-fue trabajar para parecerse a Cristo, se compara a un pintor que tiene que observar su modelo detenidamente para poder reproducirlos, nos invita a la serenidad, a quitar, simplificar, calmar, guardar silencio, para que Dios venga y nos dé sólo lo que es deseable, sólo lo que es duradero ....

¿Existe silencio en nuestras aulas de clase? El silencio es el gran ausente de la pedagogía en nuestras aulas de clases, no se contempla como instrumento de comunicación, ni como experiencia fundamental del ser humano. La escuela no enseña la riqueza inherente al silencio, focaliza su atención en el verbo y en su articulación oral y escrita, pero omite el valor comunicativo y expresivo del silencio. Ni el niño, ni el joven están preparados para el silencio, para ellos, es algo nuevo, extraño y problemático que hay que enmascarar inmediatamente. No están preparados para convivir en silencio, ni para descubrir la lección que lleva el silencio en sí mismo, no hablo del silencio externo e impuesto, que otorga el poder al educador para que los estudiantes callen, como lo hacen todavía algunos docentes al cantar con los estudiantes la canción infantil: “La lechuza. La lechuza hace shh… hace shh. Todos calladitos como la lechuza que hace shh”. Me refiero al silencio que es absolutamente imprescindible para contemplar el mundo e interiorizarlo y no impuesto.

El silencio y la contemplación van íntimamente unidos. Sin silencio interior no es posible contemplar la realidad. La contemplación presupone una actitud de calma y de receptividad, nos lleva a aprender a ver el mundo y toda la realidad a través de los ojos y el corazón de Dios, llevándonos a la trasformación de nuestros marcos de referencia, puntos de vistas, hábitos de pensamiento y visión metafísica del mundo como lo expresa la Educación Transformadora de la Asunción. Solo el silencio, nos permite la contemplación nítida y transparente del otro. El otro se manifiesta fundamentalmente a través de un rostro, de una cara, de unos ojos y de una expresión facial. ¿Nos hemos dado cuenta que en nuestras aulas los estudiantes y nosotros como educadores hablamos y hablamos?, raramente expresamos nuestros miedos, angustias, ilusiones… Si queremos comprender y comunicarnos con nuestros estudiantes, los educadores debemos aprender a escucharlos, escuchar sus silencios, los dolores de su alma, los gritos de sus inseguridades y miedos. La voz del silencio se hace educativamente necesaria en un mundo tan lleno de ruidos, para así avanzar hacia un diálogo cada vez más humanizador. ¿Qué podemos hacer para trabajar con nuestros estudiantes la interiorización?

  • Practicar la pedagogía del silencio y de la interioridad a través de las oraciones diarias que hacemos en las aulas de clases, los encuentros de catequesis, educación en la fe, eucaristías, tomas de contactos, horas guiadas etc.
  • Convertirnos en educadores que mediemos el clima necesario para que se produzca el proceso de interiorización desde el aprendizaje.• Conectar el aprendizaje con la propia vivencia de los estudiantes en las diferentes disciplinas.
  • Contemplar en las estrategias de aprendizajes que utilizamos, que el estudiante es siempre el centro, la clase nunca se repite, el tiempo ha de ser vivenciado y dar relevancia a la experiencia.
  • Podemos tener en cuenta el lugar, la disposición de las mesas, la naturaleza, la música.
  • Propiciar ambientes en donde los estudiantes busquen la calma, realizar algún ritual al empezar y acabar las clases.
  • Tomar conciencia de la postura propia y la de los estudiantes y regular nuestra ubicación. La autoridad se ejerce desde la postura.
  • Ser conscientes de los propios gestos y movimientos y captar la atención del alumnado.
  • Hacer pausas, controlar el tono de voz y ejercitar la autoobservación.

Finalmente, el silencio que se pide a los estudiantes ha de pasar por el propio docente, por esto es importante que al entrar en el aula o iniciar la clase, salude con una sonrisa, con seguridad y mucha calma interior, tomar el pulso (estado) del grupo-clase predisposición, grado de motivación. No se puede educar ni tener control sin un contacto real de cercanía con cada estudiante.

 

Mario Mendez

Referente Provincia

Provincia América Central y Cuba