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Newsletter de los Agustinos de la Asunción - nº17

N eventMiércoles, 03 Julio 2024

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EDITORIAL ¡Oh, Dios, tú eres mi Dios!

Últimamente reflexionaba sobre que somos bastante discretos en nuestras comunidades a propósito de Dios. Ciertamente, somos religiosos asiduos a la oración. Nos dirigimos a Dios Padre, Hijo y Espíritu en la liturgia varias veces al día. Creo también que tenemos empeño en mantener nuestra relación con él en la oración y a través del estudio. Pero en realidad, las conversaciones que tenemos rara vez son sobre Él. Sin embargo, a imagen de San Agustín, nos definimos como buscadores de Dios: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.» Amar a Dios, es buscarle. ¿Por qué somos tan discretos sobre nuestra aproximación al misterio divino? ¿Tenemos miedo de ser juzgados, o incluso objeto de burla? Tengo que decir que este silencio es para mí una cuestión lacerante.

Estamos en un mundo que quiere evacuar la presencia de Dios. «¿Dónde está tu Dios?», dice el descreído en el Salmo 42, hace más de 2000 años. Hoy, se nos lanza aún la pregunta con fuerza. Por supuesto, muchos de nuestros contemporáneos no creen o ya no en Dios. Han abandonado al Ser supremo que supervisaba el universo y que no respondía a sus preguntas: ¿por qué el mal y el sufrimiento, por qué la injusticia? Han dado la espalda a un Dios impersonal, concebido más como unpoder capaz de responder a todos sus deseos y todas sus necesidades que un Dios cercano del hombre en Jesucristo. Dios es el compañero de nuestras vidas. Me gusta el Salmo 62 que pone en boca del hombre esta llamada: «Oh, Dios, tú eres mi Dios, te busco desde el alba, mi alma tiene sed de ti.» La vida de un religioso tiene como horizonte esta búsqueda incesante del Dios de amor. Podemos encontrarlo en la Creación, en los esplendores del Universo, pero sabemos que está también presente en el otro, en los hermanos y hermanas que caminan con nosotros.

El mundo secularizado puede ser una oportunidad para ir más lejos en la búsqueda de Dios. No pienso que el Dios de la fe cristiana fuera más fácil de descubrir en tiempo de cristiandad. Había, cierto, un entorno religioso que hacía que la existencia de Dios parecía ser una evidencia, ¿pero estamos seguros de que el mundo era por eso evangelizado en profundidad? El Dios al que se adoraba y al que las más de las veces se temía ¿era el Dios desvelado y revelado en Jesucristo? Hoy en día,hemos perdido las muletas de una fe que sigue siendo llevada por una determinada cultura; hemos de avanzar decididamente en una fe adulta y capaz de dar cuenta de su esperanza.

Así pues, hagamos de nuestras comunidades asuncionistas, y también de nuestras obras, areópagos donde podamos hablar de Dios con toda serenidad. Un Dios oculto, pero también un Dios que se deja encontrar, como pensaba Blaise Pascal. Deseo que nosotros también tengamos la capacidad de manifestar a Dios a través de nuestra vida cotidiana. Una sonrisa, un perdón, una mirada de ternura, una ayuda prestada a quien tiende una mano, todo ello hace visible al Dios de nuestra fe. Buscar a Dios es nuestra vocación. Para ello contamos con el tesoro de la Iglesia y de la tradición. Tomemos tiempo para explorar las riquezas de nuestro carisma. Observemos cómo Manuel d’Alzon se dedicaba a la causa de Dios. Cuando hablaba de «derechos de Dios», subrayaba la primacía de estos derechos para vivir una vida conforme a nuestra condición de hijos en Jesucristo. Sí, Dios tiene derechos sobre nosotros porque es nuestro padre y creador. Creo que la Asunción puede ir más allá en su búsqueda de Dios. En un mundo donde parecen triunfar lo fútil y lo efímero, tenemos un valor seguro: nuestra fe en Dios. 

P. Benoît Grière

Superior General de los Agustinos de la Asunción