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Osar la santidad

O eventJueves, 13 Marzo 2025

Desde el equipo de comunicación queremos aprovechar la solemnidad que hoy nos ofrece la Iglesia, la Presentación del Niño Jesús en el Templo, para profundizar en nuestra propia consagración recibida en el Bautismo. Como afirma el Concilio Vaticano II, en el capítulo V de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, por el bautismo todos hemos recibido una llamada a la santidad, es decir, a vivir la vocación cristiana en plenitud, sea cual sea la forma en que se desarrolle.

“La Iglesia, cuyo misterio expone este sagrado Concilio, creemos que es indefectiblemente santa, ya que Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y el Espíritu llamamos ‘el solo Santo’, amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a sí mismo por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por eso, todos en la Iglesia, […] son llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: ‘Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación’”. LG 39.

La santidad es un don del Espíritu Santo, recibido por todos los cristianos en el bautismo, que en Cristo nos hace hijos del Padre, y con nuestra colaboración se podrá desplegar en nuestra vida hasta su cumplimiento en los últimos tiempos.

“Los seguidores de Cristo, llamados por Dios, no en virtud de sus propios méritos, sino por designio y gracia de Él, y justificados en Cristo Nuestro Señor, en la fe del bautismo han sido hechos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo santos; conviene, por consiguiente, que esa santidad que recibieron sepan conservarla y perfeccionarla en su vida, con la ayuda de Dios”. LG 40.

La santidad es pues intrínseca a la vocación cristiana, como nos recuerda también el papa Francisco, pero en la actualidad se obvia esta realidad que debemos recuperar. ¿Por qué crees que sucede esto? ¿Qué es para ti la santidad? Dos motivos podemos señalar como principales causantes de este olvido: “La incorrecta comprensión teológica de la misma, de carácter voluntarista” y “la presión de un ambiente social que, por lo menos en occidente, ha bajado notablemente el listón ético y moral” [1]. La mera definición que se da de “santo” o “santidad”, en los diccionarios de las lenguas modernas, apoyan esta afirmación, pues señalan el carácter religioso, heroico, voluntarista, raro-fuera de lo común o “beato”, con el que se usan estas palabras en la actualidad. ¿Cómo se define “santo” en tu lengua materna? [2]

Esto no sucedía a nuestra fundadora, santa María Eugenia de Jesús, ella quería vivir plenamente su vocación a la santidad, y así lo proponía a las hermanas e, incluso, a las alumnas en su propuesta pedagógica. Su beatificación el 9 de febrero de 1975 y su posterior canonización el 3 de junio del 2007 nos muestran no solo que fue posible en su vida, y en lo que sentimos la llamada a seguir a Jesús con los medios que nos ofrece la espiritualidad de la Asunción.

Este año celebramos los 50 años de la beatificación, por esta razón queremos proponeros 50 elementos del carisma de la Asunción que nos pueden ayudar en esta tarea. Deseamos que sea algo vivo, por lo que os invitamos a reaccionar en las redes sociales a las preguntas que os hacemos, o que sugiráis temas que os interesa o de los que también podéis profundizar.

Necesitamos creer en el propio potencial de santidad, para no conformarnos sólo con lo bueno, sino creer que con la ayuda del Espíritu se puede alcanzar lo mejor.

“Es pues de una evidente actualidad enseñar que todos los hombres están llamados a la santidad. Hay que hablar de ello, con insistencia, pero sin hacer de la santidad una mercancía de saldo ni un ideal que puede alcanzarse sin esfuerzo” [3].

En una sociedad como la nuestra, necesitada de modelos y de proyectos de vida que orienten la existencia, los santos son ejemplos necesarios, y la santidad. es un verdadero camino de humanización, que irradia la misma vida que surge de la santidad de Dios, de la cual nuestro mundo está necesitado.

“El único camino capaz de sacarnos de la actual crisis de confianza en el hombre pasa por un redescubrimiento de la santidad” [4].

Parafraseando a K. Rahner nos atrevemos a afirmar que el cristiano de mañana o será santo o no será cristiano[5]; comprendiendo la santidad como el proyecto de vida que tiene en la/s experiencia/s espiritual/es personales la dimensión original y originante de todas las demás dimensiones de la existencia[6].

¿Qué es para ti la santidad? ¿Crees que es necesaria y posible? ¿Qué enseñanza de Madre María Eugenia te ayuda a vivirlo?

Hermana Mercedes Méndez Siliuto. Coordinadora de comunicación. El texto está escrito en español, también las notas han sido traducidas por la IA. Si identifican algún error gramatical u ortográfico les agradecemos nos lo comuniquen.

 

 

[1] S. Arzubialde, “La vocación universal a la santidad”, Miscelánea Comillas 58 (2000), 27-84, 27-28.

[2] Baste leer, por ejemplo, la voz “Santo” en M. Moliner, Diccionario de uso del español. I-Z, Gredos, Madrid 1998, 1029-1031; y en RAE, Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid 200122, 1375-1376.

[3] G. Thils, Santidad cristiana. Compendio de teología ascética, Sígueme, Salamanca 19685, 39.

[4] Hermano John de Taizé, La aventura de la santidad, fundamentos bíblicos y perspectivas actuales, PPC, Madrid 2000, 8.

[5] Cf. K. Rahner, “Espiritualidad antigua y actual”, Escritos de teología VII, Taurus, Madrid 1967, 13-35.

[6] “La dimensión mística de la vida cristiana, es decir, la ‘vivenciación’ personal de la fe, corresponde a la necesidad que el hombre tiene de ejercitar personalmente la fe, de hacer personalmente su experiencia para que la fe no degenere en rutina, herencia cultural, pertenencia meramente institucional o afirmación ideológica de un catálogo más o menos amplio de verdades. [...] Esta experiencia tiene su centro en la conversión del corazón, de una vida centrada en uno mismo, a una vida centrada en su verdadero centro que es Dios. Esa ‘vivenciación’ o personalización de la religión tiene que ser cultivada, cuidada, vivida... dejar que impregne todas las dimensiones de la vida”.  J. Martín Velasco, El fenómeno místico. Estudio comparado, Trotta, Madrid 1999, 456.