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Provincia de Ecuador - México : Testimonio AMA

P eventJueves, 06 Noviembre 2025

Hola, mi nombre es Samantha Andrade, tengo 19 años y soy de Ecuador. Hace unas semanas regresé de realizar un tiempo de voluntariado AMA en Guatemala.

¿Quién en su sano juicio decide irse de su país apenas graduada del colegio para ir al encuentro del otro? Supongo que hay que ser un poco loca y valiente para seguir tu corazón e ir contra la corriente del mundo. Esa es mi historia.

Recuerdo a mi yo de siete años llorando mientras le pedía a Dios que le quitara el sufrimiento al mundo, que yo lo ayudaría. ¿Quién diría que la respuesta llegaría a mí por un anuncio en la pizarra del colegio meses antes de graduarme? Ser AMA, esa opción ni siquiera cruzaba mi cabeza en mi último año, mis únicos pensamientos eran qué carrera escoger y a qué universidad ir. Sin embargo; ese deseo de ayudar que iba creciendo en mí salió a relucir cuando comencé mi preparación.

Tuve miedo, nadie te enseña lo difícil que es mantenerse firme cuando escuchas constantemente “es una pérdida de tiempo” o “no puedes aportar nada si todavía no tienes carrera”. En ese momento aprendí que para servir a Dios los dones ya los tienes dentro de ti, solo hace falta tener valentía para mostrarlos. Así que, contra todo pronóstico y unas cuantas lágrimas derramadas, arribé a Guatemala, el que ahora considero mi segundo hogar.

¿Han experimentado la sensación de llorar por felicidad? Yo sí, en el internado ayudaba a una niña de doce años y que su idioma original no es el castellano. Al principio, el comunicarme con ella me costaba. Imagínense yo, que hablo hasta por los codos, toparme con una chica que solo asentía con la cabeza cuando le preguntaba algo. A medida que pasaba el tiempo encontramos nuestro ritmo y ella perdió la vergüenza de equivocarse conmigo. Recuerdo haber estado ayudándola con una tarea, ella inclinada sobre su cuaderno y borraba sus errores en escritura sin que yo se los dijera. Las lágrimas brotaron de mí sin siquiera notarlo, estaba tan feliz y el corazón me latía a mil por hora. El descubrir que mi ayuda estaba sembrando frutos en su crecimiento me llenó el alma. A veces solo con la presencia puedes marcar la diferencia en la vida de alguien. Ella lo hizo en mí.

Fui profesora de educación física con los de octavo, fue todo un reto. Pararme frente a veinticinco niños, lograr que mantengan la calma y además que se sintieran motivados por la clase. No les voy a mentir, hubo momentos en los que quería salir corriendo. También hubo ocasiones en las que me sacaron una risa sin pensarlo mucho. Esa es la magia al trabajar con jóvenes.

En esta experiencia comprendí que el estar con Dios es una decisión que tomas todos los días. Estando lejos del colegio o de alguien que me invitara a acércame a él, me tocó a mí asumir esa conexión. Las relaciones se construyen y la mía junto a Dios se afianzó en esos cinco meses. Se volvió alguien cercano porque cuando sentía que me invadían las emociones me sentaba frente al altísimo y volvía a respirar. Aprendí a valorar esos momentos de silencio en donde su compañía fue un abrazo.

A medida que transcurrían los días me di cuenta de algo, soy tan afortunada. En las comunidades que visité con las hermanas había mucha necesidad, falta de recursos básicos, la ausencia de profesores regulares para enseñar, carreteras en pésimas condiciones y sumándole la gran migración hacia Estados Unidos para un mejor futuro. Me pregunté ¿qué me hace diferente de estos niños? ¿Por qué yo tenía privilegios y ellos no? En ese momento lo comprendí, vivimos en un mundo marcado por la desigualdad y la falta de empatía. Antes de esta experiencia yo vivía mi vida concentrándome solo en mí y en mi círculo cercano; sin embargo, ahora que lo he vivido, no puedo ignorar el dolor ajeno. Me puse como objetivo no olvidar, acentuar las experiencias que viví en mi corazón para que cada día busque ayudar. Ahora me falta conocer mi país, adentrarme genuinamente en mi pueblo y en su pesar, seguiré creciendo y junto a mí estarán los rostros que me motivan a seguir ahondando en mí y en lo que puedo aportar al reino.