En este tiempo en que recordamos a todos los santos y almas que nos han precedido y permanecen en comunión con nosotros, queremos compartir una experiencia reciente que nos marcó profundamente. Sabemos que no es sólo para nosotras y que debe ser compartida.
A medida que nos acercamos a las elecciones nacionales del5 de noviembre, la retórica sobre los inmigrantes y los refugiados se vuelve más fea y violenta. Los cambios políticos en relación con la entrada en la frontera sur se han vuelto más restrictivos. Tal vez la cara más dramática y trágica de esta actitud anti-inmigrante se mostró en nuestra experiencia el pasado26 de octubre, cuando participamos en un servicio conmemorativo interreligioso por aquellos que perecieron en el desierto mientras buscaban una manera de entrar en los EE.UU..
Desde junio, los principales puntos de entrada de los refugiados que recibimos en Chaparral están cerrados. Ahora, sólo se permite la entrada en EE.UU. a aquellos que reciben una cita para entrar a través de la aplicación de la CBP (Customs and Border Patrol) en sus teléfonos. Hay un tope diario de 1.500 refugiados que se aceptan en el país a lo largo de toda la Frontera Sur, desde California hasta Texas. En los momentos álgidos de los últimos años, sólo por el paso fronterizo entre Juárez y El Paso entraban en el país unos 2.000 refugiados al día. Esta nueva política significa que muchos refugiados se encuentran varados en México y en otros puntos de su viaje hacia el norte, a la espera de que se les conceda una cita. Algunos esperan meses para recibirla.
Esta nueva dificultad para los refugiados y solicitantes de asilo les ha hecho buscar otras formas más peligrosas de huir de la violencia en sus países de origen y entrar en Estados Unidos. El número de personas que mueren en el desierto ha aumentado drásticamente. Sólo en el corredor entre El Paso y Juárez se registraron 164 muertes entre enero y agosto de 2024. En comparación, en todo el año 2021 se registraron 72 muertes.
Algunos de esos caminos los llevan a las arenas desérticas de Santa Teresa en el condado de Doña Ana, Nuevo México - el mismo condado de Chaparral. Es allí donde los refugiados encuentran la muerte. Es allí donde abandonan sus cuerpos. Es allí donde el calor del desierto, el viento y los animales reclaman sus restos mortales. Y es allí donde el grupo Batallón de Búsqueda y Rescate (BSR), formado exclusivamente por voluntarios, encuentra lo que queda de ellos: huesos, dientes, ropa, algún bolso ocasional. (https://battalionsar.com/)
En los últimos meses, BSR ha descubierto ocho lugares diferentes de restos humanos. Y durante todos esos meses han informado de ellos a la oficina del sheriff del condado de Doña Ana, la única entidad autorizada para recoger los restos y enviarlos a un laboratorio forense con fines de identificación. BSR sólo puede compartir las coordenadas del lugar y las fotografías con la oficina del sheriff. Los lugares se consideran escenas del crimen y violarían la ley si intentaran recuperar los restos.
Durante meses se han enviado los informes, pero no se ha tomado ninguna medida para retirar los restos. Permanecen en el desierto, expuestos a los elementos, reclamados por el desierto que debía ser su camino hacia una vida mejor, hacia la libertad. Mientras tanto, en sus países de origen, una madre está angustiada, una hermana desamparada, una esposa inconsolable, un marido fuera de sí y un niño desconcertado. ¿Dónde está su ser querido? ¿Qué le ha ocurrido? ¿Sigue vivo?
Los propios voluntarios de BSR no tuvieron otro recurso que poner el grito en el cielo y reunir a un grupo interconfesional para hacer la travesía del desierto, allí rezar por estas almas que murieron solas y abandonadas, honrar su memoria e insistir en que su dignidad como seres humanos exigía que una comunidad los llorara y no los olvidara. Las hermanas Chabela, Nha Trang, Carmen Amalia y Mary Ann se unieron a una docena de personas que llegaron hasta las arenas del desierto de Santa Teresa, conduciendo por carreteras sin asfaltar y caminando hacia el interior, para encontrar uno de los lugares y montar un altar improvisado. Un par de equipos de noticias nos acompañaron. Es necesario romper el silencio que ha acompañado a sus muertes y la inhumanidad de no honrar sus restos. Algo muere en cada uno de nosotros cuando nos tratamos así.
Rezamos. Hemos cantado. Hemos leído las Escrituras. Rociamos el lugar con agua bendita. Bendecimos los huesos de las personas que yacían allí. Colocamos flores a su alrededor. Y pedimos misericordia al Dios que camina con su pueblo como uno de ellos. Pedimos perdón por nuestra falta de humanidad, por nuestros fallos como hermanas y hermanos. Y nos prometimos que daríamos a conocer esta historia. No más muertes silenciosas y anónimas en el desierto. Ni una más. Ni una más.
Sabemos que este es un mensaje sombrío. Nuestra fe nos dice que el Señor escucha el clamor de los pobres y que la muerte no tiene la última palabra. Nuestro Dios es un Dios que salva y libera a su pueblo de la esclavitud y la opresión. La historia de la salvación continúa hoy y nos exige, nos llama y nos urge a hacer nuestra parte en la obra de justicia y misericordia y liberación. Sólo entonces podremos cantar con razón: «¡Aleluya, el Señor ha resucitado!», y con él, todos nosotros.
Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
Comunidad de Chaparral Mary Ann, Anne Francoise, Chabela, Maria Teresa, Carmen Amalia, Nha Trang