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Editorial #Assumpta nº 8

E eventDomingo, 17 Noviembre 2024

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Sinodalidad - Una forma de dar testimonio de vida y misión

 

En octubre de 2021, toda la Iglesia entró en un proceso sinodal preliminar. El Papa Francisco lo inauguró en Roma y se hizo una llamada a todas las diócesis del mundo para que celebraran la apertura del proceso sinodal a nivel local. El tema del Sínodo es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión” La Iglesia tiene la oportunidad de abrirse camino para compartir, reflexionar y escucharse unos a otros a todos los niveles dentro de la misma Iglesia desde octubre del 2021 hasta 2023.

Sinodalidad

La sinodalidad consiste en “caminar juntos” escuchándonos unos a otros para oír lo que Dios nos dice a todos. El Espíritu Santo, el espíritu de la Verdad (Juan 14, 17) puede hablar a través de cualquiera para ayudarnos a ir juntos en nuestro camino como Pueblo de Dios. La sinodalidad es una forma de estar más unidos entre nosotros y de llevar a cabo mejor la misión de Cristo en la tierra.

Comunión - Por el mismo Espíritu de Jesús

Cuando miramos alrededor de nosotros a nuestro mundo y a la sociedad, encontramos muchos desafíos: guerras, odio, injusticias, discriminación, corrupción, división en las familias, las comunidades, las iglesias, etc. Estas amenazas abrumadoras afectan a la comunión humana. La comunión nos recuerda una relación más estrecha con Dios y con su pueblo. San Pablo dice: “Esforzaos por mantener la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es también la esperanza a la que habéis sido llamados; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en todos.” (Efesios 4, 3-6). Por tanto, es una llamada para que alimentemos y cuidemos el espíritu de comunión en nuestras familias, comunidades y dondequiera que estemos. Cada bautizado está llamado a ser una manifestación del amor de Dios. Jesús, nuestro Señor y Maestro, es nuestro modelo para convertirnos en fuente de amor, alegría, esperanza y fuerza para los demás. San Juan Pablo II afirma en su Exhortación Apostólica (Dominum et vivificantem) que Jesucristo, el Señor encarnado, es el corazón de la comunión trinitaria. Jesucristo es la palabra hecha carne, la revelación perfecta del amor de Dios Padre por la humanidad y el Salvador del mundo. Jesús estaba en perfecta comunión con el Padre y el Espíritu, con un solo pensamiento, con un mismo amor y unidos de corazón. Por lo tanto, es una invitación a que vivamos en comunión unos con otros en nuestras familias, comunidades, lugares de trabajo, etc. con el mismo espíritu, el mismo amor, unidos de corazón como lo hizo Jesús.

Participación - Por el mismo Espíritu de Jesús

En el Evangelio, tenemos un ejemplo muy claro del alimento dado a cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: “Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno. Así lo hicieron y todos se sentaron. Tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente” (Lucas 9, 14-16). También, encontramos otro ejemplo en el evangelio de Juan 2, 7-10, “Las bodas de Caná”. Jesús y sus discípulos caminaban juntos con la gente, compartiendo y escuchándose mutuamente. Se convirtieron en parte del otro. Hoy, nos preguntamos: ¿Cómo puede estar completa la Iglesia sin la participación de hombres y mujeres? Cuando el pueblo de Dios participa en todas las actividades de la Iglesia, ésta se vuelve definitivamente activa y creativa. La participación de los laicos aporta a menudo una visión imprevista y rica a la actividad de la Iglesia.

Misión - Por el mismo Espíritu de Jesús

Santa María Eugenia dice: “Cada uno tiene una misión en la Tierra”. La misión está arraigada en nuestro mismo ser humano, cuando llevamos a cabo cada trabajo con todo el corazón y el alma, cuando damos lo mejor de nosotros mismos en las cosas pequeñas o grandes. En la carta de San Pablo a los Efesios encontramos: “fue Él quien dio a unos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, con el fin de equipar a los consagrados para la tarea del ministerio para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4,11-12). El Papa Francisco subraya: “Mi misión de estar en el corazón de la gente no es sólo una parte de mi vida o una insignia que puedo quitarme; no es un ‘extra’ o un momento más de la vida. Por el contrario, es algo que no puedo arrancar de mi ser sin destruirme a mí mismo. Soy una misión en esta tierra; esa es la razón por la que estoy aquí en este mundo” (Evangelii Gaudium, nº 273). Así pues, nuestra misión se dinamiza cuando asumimos la responsabilidad y nos comprometemos plenamente con dedicación. Por tanto, caminemos juntos con pasión, celo y entusiasmo en la misión de Cristo, promoviendo y testimoniando el amor que perdona, la misericordia y la compasión de Cristo hacia todos.

 

HNA SUNITA BESRA

Responsable de la comunicación de la Provincia de India

Original inglés