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#Assumpta nº 12 - Citius, Altius, Fortius

# eventMartes, 21 Enero 2025

El lema de los Juegos Olímpicos, «más rápido, más alto, más fuerte», simboliza la excelencia. Sin embargo, no llama alabar el rendimiento o la victoria, sino a dar lo mejor de uno mismo, a progresar y superarse día tras día, tanto en un estadio como en la vida. Este lema de los Juegos Olímpicos no fue creado por Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, sino por su amigo, el padre dominico Henri Didon, quien le inspiró enormemente en esta tarea. Este dominico estaba convencido de que era posible educar a la juventud a través del deporte y, de este modo, infundirle valores cristianos. Al llegar al estadio de los Príncipes en París en 1980, Juan Pablo II fue bautizado como «el atleta de Dios» por el cardenal Marty. Este papa, «atleta de Dios», reflejaba este lema olímpico al decir: «Demos gracias a Dios por el don del deporte, en el cual el hombre ejercita el cuerpo, la inteligencia y la voluntad, reconociendo en estas capacidades otros tantos dones de su Creador. “Nuestro espíritu de la Asunción no puede sino hacerse eco de este magnífico lema, como una invitación a «ser con la mayor plenitud posible». Sí, es posible respaldar nuestra llamada a la santidad a través del deporte.

Así, durante los Juegos Olímpicos de París de este verano, participamos en esta aventura de los juegos santos, solidarios y misioneros propuesta por la Iglesia de París y llamada «Holy Games». La Iglesia creó una capellanía al servicio de los deportistas y de todos aquellos que acudían a apoyarlos. Para ello, cincuenta parroquias de la capital se movilizaron y jóvenes de toda Francia se unieron a ellas. La atmósfera que sentimos en París durante esos días manifestaba la alegría de una humanidad que podía vivir la comunión, admirada por las capacidades deportivas y humanas de los atletas, y que sintió un fuerte espíritu de solidaridad y respeto entre los aficionados. ¡Qué bien caía todo esto en nuestro mundo tan desgarrado! ¡Cuántos encuentros en el metro, en las calles de la capital o en los estadios, experimentando la internacionalidad con la alegría de acoger las diferencias! «El deporte tiene el poder de cambiar el mundo», decía Nelson Mandela, y París realmente se transformó durante ese mes.

Los «holies», nombre dado a quienes participaron en esta evangelización, no solo vivieron encuentros, conciertos o momentos de oración, sino que se les ofreció un curso de formación sobre las virtudes. De hecho, para llegar a esa posibilidad de hacer el bien que otorgan las virtudes, es necesario ejercitarse mucho, entrenarse, perseverar, todo ello al igual que nuestros atletas. Tal es también el camino de la gracia y de la santidad. «Todos los atletas con los entrenamientos se imponen una disciplina rigurosa; ellos lo hacen para recibir una corona de laurel que se marchita, y nosotros otra que no se marchita». (1 Cor 9, 25) ¡Este descubrimiento del camino de las virtudes ha impactado mucho a los jóvenes que con frecuencia buscan puntos de referencia y maneras de actuar!

Nuestra acción de gracias va dirigida a todos nuestros atletas, a todos los amantes del deporte que participaron en este evento de los Juegos Olímpicos donde la familia humana pudo vivir una comunión respetuosa y poner en valor los dones y el trabajo de algunos de ellos que responden a la invitación de San Pablo: ¡”Glorificad a Dios con vuestro cuerpo”! (1 Cor 6,20)

Hª Marie Valérie LAGARRIGUE

Provincia de Francia

Original francés

 

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