ADVIENTO
Queremos reflexionar sobre el tema de la "Espiritualidad Ecológica" de los capítulos 2 y 6 de la Encíclica "Laudato Si' y proponer algunas ideas que nos puedan acompañar en un camino de renovación durante este tiempo de Adviento.
La siguiente reflexión fue propuesta los días 3 y 4 de octubre de 2020, al terminar el Mes de la Creación, durante un fin de semana espiritual organizado por las Hermanas de la Asunción y por la Comunidad "Laudato Si", en nuestra casa de Genzano de Roma (Casa Mamré). Ana Pagani r.a JPICS RA
APRENDER DE DIOS UNA NUEVA RELACIÓN CON LA CREACIÓN [1]
En su encíclica Laudato Si´, el Papa Francisco elige la Escritura como punto de partida, porque en ella encontramos una manera justa de vivir nuestra relación con la creación.
Volvamos a los capítulos 1 y 2 del Génesis. El primer capítulo es un poema grandioso sobre Dios creador; forma, con el relato que le sigue, en el capítulo segundo, un gran cuadro en dos partes distintas y opuestas. Es un bosquejo de la situación de la humanidad que vive entre el proyecto divino de armonía y la condición histórica de falta de armonía, Es el resultado de la relectura retrospectiva de un pueblo creyente que se cuestiona y reflexiona.
Son éstas dos diferentes historias que no nos dicen 'cómo', sino 'por qué' el mundo ha sido creado. La creación fue hecha para nosotros, para que pudiéramos disfrutarla, regocijarnos en ella y hacer una experiencia de Dios viviéndola y apreciándola. Al releer el primer capítulo del Génesis, identificamos tres de las actitudes de Dios ante toda creación, actitudes que podemos hacer nuestras y vivir nuestra relación con ella de manera armoniosa. Estas son actitudes con las que debemos confrontarnos en un camino de conversión.
1) DIOS CREA DISTINGUIENDO.
En el relato del Génesis, Dios no crea de la nada, sino que separa las cosas distinguiéndolas de una masa indefinida. La obra de Dios es sacar a la luz cada elemento del caos para que cada cosa pueda brillar en armonía con el todo, pero con identidad propia. Diferencia los elementos que existen y por esta distinción permite que cada criatura exista y brille por lo que es: armonía e identidad, unidad en la diversidad. Es en esta tensión que reside la creación.
Dios ama la diversidad, le gusta la creatividad y todo lo que es diferente. Dios no es el Dios de la homologación. Vivimos en el mundo de la homologación. Dios no busca uniformarnos y no quiere que seamos idénticos.
Respetar la diversidad que existe, amarla, cuidarla ... diversidad en la naturaleza, diversidad del ser humano, diversidad cultural y religiosa... Cuando dejamos que todo sea lo que debe ser, no contradice el resto, sino que ayuda a crear armonía. Esto es lo que la creación nos enseña.
"Creo que Francisco es el ejemplo perfecto de la protección de los débiles y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrón de todos aquellos que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchas personas que no son cristianas. Ha mostrado especial atención a la creación de Dios, así como a los pobres y a los abandonados. Amó y fue amado por su alegría, por su generoso compromiso y por su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con sencillez y en maravillosa armonía con Dios, con los demás, con la naturaleza y consigo mismo. En él vemos hasta qué punto es inseparable la preocupación por la naturaleza, por la justicia por los pobres, por el compromiso con la sociedad y por la paz interior". (Laudato Si 10)
2) DIOS MIRA Y BENDICE LA CREACIÓN Y CADA UNO DE SUS ELEMENTOS.
En Génesis, se repite diez veces: "Y Dios dice... Y así fue/así sucedió.". Al final de cada día, Dios contempla lo que ha hecho ("vive") y se regocija. Nos encontramos frente al primer acto de amor del Creador por sus criaturas. Siete veces el texto repite: "Y Dios vio que era bueno/hermoso" y la última vez (después de la creación del ser humano) aclaró que 'era "muy bueno/ hermoso". La mirada divina no es la de alguien ansioso por explotar lo que ve, sino más bien la mirada de quien gusta la presencia de la realidad creada y reconoce su armonía interior.
Con demasiada frecuencia, perdemos el gusto por mirar, por contemplar.
Se trata de "volver a entrar en contacto" con nuestro lugar de origen, con nuestras raíces. Somos extraídos de la tierra (Gen 2); somos creados el mismo día que el mundo animal… no somos Dios (LS 67) Es bueno volver a nuestras raíces. Esto es importante para poder enfrentar las adversidades de la vida, para no ser abrumados. Contemplar significa saborear la vida y darse cuenta de cuánta vida hay a nuestro alrededor y en nosotros.
Estamos más acostumbrados a la muerte que a la vida. A menudo, con nuestras acciones, multiplicamos la muerte, contaminando y también juzgando, es decir, matando la belleza que hay en el otro. Dios nos pide que colaboremos con él para que cada vez haya más vida en esta creación de la que nos hace corresponsables de multiplicar la vida.
Contemplar y bendecir. El que sabe contemplar la vida comienza a orar con una bendición.
Cuando conectamos con la creación, cuando hacemos las paces con la creación y la vida, cuando comenzamos a saborear la plenitud de la vida en y alrededor de nosotros, cuando hay belleza a nuestro alrededor... entonces aprendemos a orar y bendecir.
Bendecir es otra actitud típica de Dios en su relación con la creación.
Cuando Dios mira la creación, dice cosas buenas, siempre tiene una mirada positiva sobre cada
criatura, y también sobre nosotros.
¿Lo creo? ¿Soy capaz de ver a la hermosa criatura que soy, que todo el mundo es? Si dejo de percibir la mirada de Dios sobre mí, entonces también yo la pierdo al mirar a los demás.
Todo se vuelve feo, sin sentido. Todo está en contra de nosotros, todo está mal... así que, en lugar de bendecir, maldecimos la vida, a los demás, la creación, con nuestro comportamiento y con nuestras palabras llenas de juicio. El otro es malo, la creación es mala porque no hace lo que esperamos de ella ... olvidando que fue violada por nosotros ("No podemos pensar en vivir sanos en un mundo enfermo" Papa Francisco, 25 de marzo de 2020).
Preguntémonos cómo vivimos nuestra relación con las cosas, con la Tierra, desde las pequeñas elecciones diarias, porque la fidelidad se mide a partir de cosas pequeñas y no de grandes ideales. La espiritualidad ecológica nos hace reencontrar el sentido de la bendición. Pidamos el don de aprender a bendecir la vida, con sus alegrías y penas, con sus contradicciones, no sólo las nuestras, sino también las de todos, y también la vida de la creación.
"Proponer una relación sana con la creación como dimensión de la conversión integral de la persona, recordemos el modelo de San Francisco de Asís. Esto también significa reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y arrepentirse de todo corazón, cambiando interiormente. Los obispos australianos expresaron su conversión en términos de reconciliación con la creación: "Para lograr esta reconciliación, debemos examinar nuestra vida y reconocer cómo ofendemos la creación de Dios a través de nuestras acciones y nuestra incapacidad para actuar. Hemos de experimentar una conversión, un cambio de corazón". (Laudato SI' 218)
3) AL CREAR, DIOS SE CONTRAE Y CREA ESPACIO.
Esta idea, ya presente en la Kabbala [2], nos ofrece una indicación importante. ¡Dios lo es todo!
"El primer acto de Dios no habría sido un despliegue hacia el exterior (imposible ya que lo es todo) sino una retirada, una contracción". Para crear algo que es distinto de Él y con el que puede entrar libremente en una relación, Dios necesita crear un espacio vacío para dar autonomía y libertad.
"Al principio, Dios se habría retirado, se habría retractado, permitiendo así el nacimiento del mundo, en la forma, en primer lugar, de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Este repliegue, esta "falta de ser", es decir, este vacío que permite que algo más sea, se llama tzimtsum, un concepto esencial de la Kábbala.» (mecohen.wixsite.com)
La retirada es la mayor forma de amor ... dejar espacio al otro, para el otro sea ... “hacer espacio”. Dios nos creó para hacernos libres para corresponder.
Pensemos en nuestra relación con Dios: ¿Creo un espacio acogedor para Dios en mi vida?
¿O lo pego como un sello postal en mi vida... en mis relaciones...para decir que soy cristiano?
Pensemos también en nuestra manera de ser con los demás: como pareja, en familia, en comunidad, en el trabajo...
¿Dejo al otro "SER" lo que es, expresarse ... ¿Entro en una relación con el otro como "otro", o me dejo dominar por la tentación de agobiarlo, de excluirlo, o tal vez de negarlo?
[1] Reflexión del Padre Christian Medos-Diócesis de Velletri (Roma)
[2] (En el sitio web oficial de la comunidad hebrea de Milán) Es costumbre llamar a la Kábbala - (Cábala) , es decir, "recepción", la parte de la tradición judía que se refiere a temas "místicos" como "secretos de la creación" o los relativos a la estructura interna de la deidad y su "interconexión" con el mundo creado. Los vestigios de estos temas y los fuertes límites para su divulgación ya están presentes en las Escrituras, otros se mencionan aquí y allá en el Talmud. Pero la Kábbala se hizo predominante entre los siglos XII y XVI, primero en España y Provenza, con la publicación del Zóhar y personajes como Abulafia y Rambam, luego en Safed con la gran escuela de Luria, Caro, Córdoba.