Cuando la pandemia de la COVID-19 golpeó a mediados de marzo, la supervivencia de las escuelas se convirtió en un tema clave en la PROVINCIA ASIA PACÍFICO. Con el impacto económico de la crisis que afectaba a la mayoría de las familias, la amenaza de una disminución significativa de la matrícula se hizo real a medida que se acercaba la apertura del nuevo curso escolar. También existía la preocupación de trasladar la escuela a un nuevo espacio de aprendizaje. Para amortiguar el golpe multifacético de la crisis, todas las escuelas pasaron por un proceso de diálogo y reflexión comunitarios: ¿qué podemos hacer para ayudar a nuestras escuelas a sobrevivir y prosperar? ¿Cómo apoyamos a nuestros grupos de interés durante este tiempo? Esto desembocó en opciones radicales que fueron decididas por unanimidad por parte de las hermanas y los laicos en las diferentes comunidades. Renunciaron voluntariamente a sus prestaciones o subsidios para ayudar a las escuelas a administrar los limitados recursos. Algunos se conformaron con sueldos reducidos, mientras que otros se ofrecieron como voluntarios para continuar sirviendo en la escuela de forma gratuita. También se proporcionó ayuda financiera a las familias necesitadas en forma de becas. Otras partes interesadas, como los padres, los exalumnos e incluso el gobierno local, participaron en la redefinición y reestructuración de ciertos procesos. Muchas escuelas, con alguna ayuda de la provincia, pudieron brindar asistencia a los profesores para la enseñanza on line, como préstamo de ordenadores portátiles y subvención de la conectividad. tras los ocho meses de esta “nueva normalidad”, ahora experimentamos una comunión más profunda entre nosotros y estamos agradecidos por el don de una comunidad más fuerte que redescubrió una mayor capacidad para ser desinteresado, ser generoso, ser un signo de esperanza en medio de esta crisis.