Todo empezó con una pregunta. No fue en voz alta. No fue un grito. Fue más bien un susurro al corazón.
A Marta, estudiante de arquitectura, le llegó en mitad de un voluntariado: "¿Y si mi vida pudiera ser más que diseñar edificios? ¿Y si pudiera construir esperanza?" A Sergio, profesor de instituto, le asaltó mientras preparaba una clase sobre el sentido de la vida: "¿Y si enseñar fuera solo el principio?"
Así es como nace una vocación: no como una imposición, sino como una invitación. Una llamada personal, única. Un "sígueme", como el que Jesús dirigió a Pedro, a Juan, a Mateo... y hoy quizá también, a ti.
La vocación es más que una carrera o un proyecto de vida. Es la respuesta a una llamada de Dios que toca lo más profundo de lo que eres. Es descubrir que no estás aquí por casualidad y que tu vida puede convertirse en don para otros. Como decía santa María Eugenia:
“Transformar la sociedad por medio del Evangelio, empezando por lo más profundo del corazón.”
Cada cristiano está llamado a algo grande. No todos igual, pero todos con el mismo Amor como origen y destino.
Escucha. Pregunta. Atrévete. Dios no habla con megáfonos, pero sí con paz en el corazón. El Papa Francisco lo dice claro:
“La vocación es una llamada de amor para amar.”
No necesitas estar seguro al 100%. Solo necesitas abrir el corazón. El resto... lo hace Él.