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Poniendo los ojos en… la provincia de Ecuador

P eventViernes, 29 Marzo 2024

“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos (…)No somos autosuficientes; solos, nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas… Francisco

22.719 casos al 26 de abril del 2020. 5 semanas de cuarentena. No quiero hablar de los que perdimos porque ninguna cifra sería exacta. Son números que nos permiten compartir un drama universal y que no responden necesariamente a la realidad en un país donde los resultados de los exámenes de covid19 recién comienzan a arrojar datos más cercanos a la verdad. Nadie estaba preparado para esto. Nadie puede pensar en este momento cómo será el futuro a mediano y largo plazo.

En nuestra Provincia, los escenarios son diversos. Podemos hablar de las que han vivido la cuarentena en las dos comunidades de la sierra (Quito y Zumbahuayco). Las que la han vivido en Muisne, las que la viven en Guayaquil y las que –por razón de la inmovilidad impuesta y el Estado de emergencia- la han tenido que vivir con los suyos, porque el mandato de aislamiento obligatorio nos tomó por sorpresa haciendo la visita a nuestras familias, al ser época de vacaciones escolares.

Para unas y otras, ha primado el cuidado por los más frágiles, la comunión profunda y orante con los que sufren aquí y en todo el mundo, la gratitud a esos pequeños servicios que son invisibles. En nuestra Provincia, la Semana Santa siempre ha sido eminentemente misionera. Las comunidades se organizaban con Asunción Juntos para salir a los pueblos más lejanos y menos atendidos y ofrecer las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual acompañadas por misioneros jóvenes en su mayoría. Era un tiempo fuerte para vivir esos días santos proclamando la Palabra, o anunciando los misterios de la Pasión acompañando la cruz de los más desfavorecidos de nuestro pueblo. Pero la cuarentena nos forzó a encontrar otras formas misioneras para acompañar a nuestra gente, a los profesores de nuestras obras, a los jóvenes con lo que trabajamos, a Asunción Juntos, a través de las redes y de las diferentes plataformas virtuales.

Una Semana Santa diferente…más orante, más “casa adentro”. Con nuestro pueblo crucificado presente de otras formas: en los miles que se nos han ido con la pandemia, en el duelo de tantas familias conocidas, cercanas, entrañables, en el desconcierto compartido, la impotencia y las preguntas: ¿qué más podemos hacer? ¿cómo podemos ayudar más y mejor?

Las preguntas dieron paso a la creatividad. Para las que estamos en Guayaquil, la ciudad herida con por lo menos 7000 muertos (no oficiales) y epicentro de la pandemia en Ecuador, nos ha tocado una pastoral de cercanía y contención: a través de las redes, consolar, fortalecer, acompañar, empatizar, crear cadenas de ayuda con cosas muy pequeñas y concretas: medicinas que escasean, comida, hacer compras por otros que no podían, contactos de médicos, etc…y sobre todo con oraciones pedidas por unos y otros de manera constante. Compartir con la gente el miedo cotidiano, la escasez, la sensación de pérdida constante, la ansiedad ante los números que crecían y las medidas de seguridad sanitaria que se agravaban con el paso de los días. Bastarnos con lo necesario, poner los ojos en lo esencial. Las imágenes que dieron la vuelta al mundo, fueron para nosotras una triste realidad con nombres muy concretos: cuerpos sin enterrar, muertes anónimas, parientes buscando a sus muertos, familias que no podían ser acompañadas en sus duelos ni tenían el alivio de enterrar a los suyos. Nuestros laicos han sido muy tocados, y con ellos también experimentamos la fuerza de la comunidad y el poder de la Resurrección.

Las que vivimos estos días confinadas con nuestras familias, redescubrimos el valor de la Iglesia doméstica, la fuerza de las raíces y el alcance misionero de todo gesto…volvemos a conocer a los nuestros, volvemos a sentirnos llamadas y enviadas. Hemos aprendido a ser y construir comunidad de otra manera: se multiplican los encuentros virtuales y gratuitos, las oraciones compartidas en las plataformas, las celebraciones y la fiesta online. Nos toca compartir nuestro tiempo entre las tareas de casa, el teletrabajo, la pastoral de cercanía online, otra forma de orar…

Se vienen tiempo muy difíciles. Tenemos largas reuniones virtuales para pensar con nuestros colaboradores cómo hacer que el impacto en la vida de las familias de nuestras obras no sea tan devastador. Nuevas políticas salariales, nuevas formas de solidaridad. Ya existe un 35% de desempleados en nuestro país con esta crisis, que para agudizar su crudeza ha visto ¡caer el precio del petróleo a -38 dólares! Desolador para un Ecuador que vive de la producción petrolera.

Termino este relato –probablemente muy similar a lo que viven nuestras hermanas de otras latitudes- con una anécdota familiar:

“Nos ha hecho mucha falta salir y estar en contacto con la gente del sector. No hemos podido hacerlo porque estábamos muy reducidas y porque la constitución de la comunidad no lo posibilitaba. Pero el Señor nos ha regalado el encuentro con las familias de los afectados, con los más pobres y con los vecinos de una forma muy gratuita y peculiar que la comunidad ha leído como providencial. Ha sido como el maná del desierto. La bondad de Dios nos vino por medio de ¡un árbol de aguacate! - sembrado por Cecile, nuestra hermana fundadora , misionera toda su vida en nuestra tierra-. Era la primera vez que daba fruto y venía con retraso porque ya se había pasado el tiempo propio para ello. Cada día cosechábamos oportunamente una porción para nosotras y para compartir.

Eso provocó que nuestras puertas tuvieran un motivo para abrirse y estar más cerca de la situación de penuria y necesidad por la que mucha gente está pasando. Empezamos a llamar a los vecinos, a la gente que sabemos necesita, a los convalecientes para compartir con ellos, pues los médicos recetan esto a los afectados de covid19 para reponer su PH. Les llamamos, les dejamos preparados los deliciosos frutos en el portón y ellos entran y a su vez nos dejan alguna cosita. Es un intercambio muy bello, distante sí, pero muy sentido…”

Termino prestando unas palabras de D. Aleixandre rscj, que expresan mucho de lo que vivimos: “Si, hemos aprendido un poco más, a no separar a Dios de la vida misma, a no desear ninguna apoteosis fuera de nuestra vida cotidiana, estamos empezando a entender lo que es la Encarnación. Estamos, como Nicodemo, naciendo de nuevo”.

María Eugenia (Mayi) Ramírez, ra

26 de abril del 2020